SE TRASPASA EMPRENDEDOR

Tiene toda la razón mi amigo Mike cuando afirma que es mejor comprar un negocio o llegar a hacerse con un traspaso que empezar de cero, pues al día siguiente de ser tuyo eres capaz de tener ingresos, y con el tiempo te encargas de darle tu «toque personal».

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Pero hoy vengo a escribir desde el otro lado del traspaso. De aquella persona que poniendo toda su ilusión y dinero (a veces todo lo que tiene) se ve colgando el cartel de «Se Traspasa».

Es muy duro perder tu negocio, lo sé por propia experiencia, por ese motivo me propuse ayudar a los que querían emprender aportando mi visión desde el otro lado. En este país seguimos con la tontería de no hacer caso de aquel que ya ha pasado antes por el trance, nadie aprende en cabeza ajena.

Hay infinidad de libros, vídeos y programas que nos orientan para que nuestra aventura de emprender, que no deja de serlo, sea lo más segura posible. Ya lo contaba en mi post meses atrás: Emprender con Seguridad.

Es difícil, cuando estás dentro de tu proyecto,ver los síntomas de que no va bien. Y si los ves te autoengañas pensando que es algo pasajero, que se arreglará y que el mes que viene irá mejor.

El primer síntoma es cuando abrimos la caja y no hay dinero, ni se le espera. No le des más vueltas. Si pasado un tiempo de seguridad en el que tenemos que ir notando el aumento de la caja esto no sucede, hay que ponerse manos a la obra y buscar soluciones.

En mi caso, desde enero de 2009, fecha en la que ya era consciente de que me había arruinado y había perdido mi empresa, hasta noviembre de 2012 en que conseguí venderla, luché a muerte para seguir la estrategia trazada:

a) Vender la empresa.

b) Encontrar un socio capitalista.

No vale con poner un cartel en la puerta, no vale con ser reactivo.

Una vez más la vida simplemente es.

Eres tú quien haces que sucedan las cosas.

 

 

TRABAJAR CON ALEGRÍA

Ya estamos de vuelta. En realidad no es que nos hayamos ido a ningún sitio, sin contar viajar claro. Seguimos siendo los mismos por dentro salvo cartarsis de cambios por impacto vital.alegria autoestima Antequera feriaCuando les recuerdo a mis hijos que las vacaciones están terminándose y que espera el colegio se ponen un poco tensos, empiezan a contar los días que aún les quedan y me piden que no se lo vuelva a recordar.

Con nuestros trabajos ocurre igual: fantásticas vacaciones, comidas con amigos, copas, noches largas y un sin fin de actividades para demostrarnos que estamos vivos, es más, que hay vida después del trabajo y que las vacaciones son un fiel reflejo de ello.

Claro que ahora vienen las denominadas depresiones post vacacionales, que se parecen bastante a esos momentos (sobre todo en mi adorable Andalucía) cuando te subes en el coche de un amigo y te dice que el aire acondicionado no funciona. Ya no nos acordamos de esos viajes con las ventanillas abiertas por donde sacábamos nuestros brazos (regañina de padres incluida) y hacíamos como alas de avión. Se ve que me estoy haciendo mayor.

En Antequera celebramos la feria a final de agosto y en esta ocasión, tras varios años de no hacerlo, mi Cofradía del Señor del Rescate y María Santísima de Piedad ha participado en las casetas de feria. Esto se parece mucho a la vuelta al trabajo después de las vacaciones y a cuando no había aire acondicionado en los coches, porque hay quienes no recuerdan que paliza te das currando en la caseta y hay quien no lo ha vivido y te mira como si para ellos fuera el esfuerzo más grande del mundo.

En esto de montar la caseta cofrade tengo experiencia de primera mano cuando tuve el honor de ser Hermano Mayor de la Cofradía hace varios años. Recuerdo que al terminar la feria e ir a desmontar la caseta el lunes por la mañana miraba a mi queridísimo compañero Paco García (un ejemplo para mí) y le preguntaba:

– Paco ¿cuántos somos?

– Contigo somos dos.-  Me decía sin perder ni la sonrisa ni el ánimo. – Así que a trabajar con alegría.

Cuando nos hemos visto en la caseta de este año lo primero que me ha dicho ha sido: – Guillermo, a trabajar con alegría.

Mucho ánimo, feliz vuelta de las vacaciones y

A TRABAJAR CON ALEGRÍA.

 

Photo by Marten Bjork on Unsplash

Pensar libremente

Veía la otra noche, coincidiendo con el fallecimiento de Stephen Hawking, un documental sobre el Universo, en el que Hawking se refería a sí mismo como un cuerpo inmóvil con una mente que podía pensar libremente.

pensar libremente

El pensamiento de este físico teórico, sin lugar a dudas prueba de la superación constante del ser humano, me hizo reflexionar sobre todo lo que nos rodea, sobre las circunstancias que condicionan nuestras vidas (o no).

El ejercicio de pensar libremente exige una parada en nuestro camino en la vida. Si nos paramos conscientemente y nos observamos, comprobaremos que somos personajes en un mundo que no hemos creado nosotros. Giramos dentro de la rueda de la sociedad, formada en base al capital, donde nuestra aportación (y la de todos) es necesaria para que siga girando en el sentido que le interesa a…

Tratar de pararnos para pensar libremente debería ser una decisión firme. No se trata de hacernos monjes o ermitaños, sino simplemente reconocernos como seres individuales con capacidad propia para pensar y decidir.

También tenemos que ser conscientes de que decidir (no dejarnos llevar) significa en muchas ocasiones salir de nuestra zona de confort y esto cuesta mucho. Romper con los hábitos adquiridos, aventurarnos a probar cosas que nos hagan ir más allá de lo que habíamos pensado, debería ser un ejercicio diario para seguir avanzando en nuestro aprendizaje vital.

Ya sé que las circunstancias nos rodean, incluso podemos creer que nos condicionan, pero dentro de nuestra mente somos libres y si somos capaces de modificar nuestra manera de pensar, estoy seguro de que podemos modificar las circunstancias.

Así que la próxima vez que tengamos que tomar una decisión deberíamos ser capaces de pensar libremente primero y luego adaptar el pensamiento a las circunstancias, no hacerlo al revés.

Photo by Bryan Goff on Unsplash

Triunfar en la vida

Vivimos en esta sociedad tan de cara a la galería que nos esforzamos un día tras otro en que nos vean cada vez mejor: un coche más grande, un cuerpo perfecto, una casa enorme, el smart phone ultimísimo, restaurantes de lujo, amigos de «nivel y taco» (otra tribu más)…

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Y yo me pregunto: ¿esto de triunfar en la vida es un título que me dan, que me adjudico, o es realmente un sentimiento en mi interior?

Todos tenemos aprendido aquello de que necesitamos el pensamiento positivo, empoderarnos y pensar que podemos con todo. ¿Qué pasa cuando vuelvo a casa y cierro la puerta? ¿Soy capaz de hacer una lista con lo que me falta para triunfar en la vida?

A lo mejor la lista es más corta de lo que pensamos: salud y…

Y esto de triunfar en la vida es ¿que triunfe yo de cara a los demás, de cara a mi mismo o que ayude a que otros triunfen?.

A lo mejor se trata de hacer más felices a los demás, empezando por uno mismo. Una vez más: la felicidad no es lo que tenemos, es lo que damos.

El bien más preciado que tenemos es nuestro tiempo. Lo podemos emplear en acumular o en ayudar a los demás a hacerlos crecer. Esa ayuda la puedo enfocar en una ong, y también en hacer crecer mi empresa, mejorando el equipo humano, ofreciendo mi ayuda para que avancen y se desarrollen como personas. Contagiando la felicidad que produce en nosotros el comprobar que gracias a nuestra ayuda alguien a podido avanzar en su camino para triunfar en la vida.

Yo creo que triunfar en la vida no tiene que ver con la cuenta corriente.

Triunfar en la vida es acabar el día sabiendo que hay personas que son mejores y más felices porque tú has estado ahí.

Brillar con luz propia

Es difícil elegir un modelo equilibrado de vida donde podamos demostrar aquello de lo que somos capaces sin parecer por ello pretenciosos o superiores a los demás.

https://youtu.be/sr7oeZKJIxY?t=26s

Educar a nuestros hijos como ganadores para que queden por encima de los demás es dejarles a las puertas del abismo cuando la vida les enseñe que también existe el fracaso. Y el fracaso solo es un punto de partida para seguir avanzando, no es el final, ni el principio, simplemente es algo más que ocurre en nuestras vidas.

He traído este trocito de la película de Entrenador Carter porque no habla de las victorias ni de las medallas que nos colgamos, sino de brillar con luz propia para ayudar a los demás. Para ayudarnos a nosotros mismos.

Estamos rodeados de infinidad de personas que son auténticos héroes, que pelean cada día para sacar a sus familias adelante, que intentan ir a todos los partidos de sus hijos, que ayudan a la comunidad, que siembran y siembran sin esperar cosechar.

Estas personas anónimas son las que tienen que dar un paso adelante para brillar con su propia luz, para hacer brillar a todos los que tienen a su alrededor con la propia luz de cada uno.

El esfuerzo de cada día por querer ser mejores de lo que fuimos ayer, el levantarnos después de una nueva caída, el abrazo sincero, los buenos días con una sonrisa, el beso sin prisas, escuchar al otro con verdadero interés, ayudar sin esperar nada a cambio, amar por encima de todo, esto es lo que marca la diferencia entre los seres humanos.

Las fachadas, como el tamaño del coche, los números de la cuenta corriente o la ropa de diseño, no significan nada. Todo se cae tarde o temprano cuando no hay pilares profundos; porque lo realmente importante son los principios que nos hacen caminar por la vida siempre adelante y brillar con luz propia.

QUIÉN SANGRA EN TUS BATALLAS

Cuando nos encontramos inmersos en las batallas de nuestras empresas y comercios, de nuestros proyectos emprendedores, peleando incansablemente, llega un momento en que nos damos cuenta de que el reguero de sangre de las heridas recibidas no es solo nuestro. Hay sangre de más personas, de personas que nos importan, de personas que hemos arrastrado al frente de batalla sin darnos cuenta, de personas que nos quieren.

Lo expresa de manera extraordinaria la escritora Patricia G. Monteoliva en su último post del que (con permiso) he copiado este título.

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Esto le pasó a un buen amigo. Tomó la crisis que destrozó a su sector y se la echó a la espalda. Cabalgó sin mirar atrás, peleando sin parar, hora tras hora, día tras día y año tras año. Sin decir nada, presto siempre a las batallas, sin querer pedir ayuda.

Sintiendo el profundo dolor de sus heridas, un día decidió que ya tenía bastante. No podía seguir luchando, ya no le quedaban fuerzas.

Sentado en su escritorio tomó conciencia de que, quizás, era irreparable el daño sufrido.

Y se dio cuenta de que la sangre que lo empapaba todo no era solo suya. Lo que había tratado de evitar, aquello por lo que hubiera muerto mil veces, sangraba junto a él: su mujer, sus tres hijas, sus proyectos, su casa, su empresa, sus trabajadores… Todo se había roto, todo manaba sangre.

Es cierto que las batallas las libra uno solo. Primero con uno mismo (que es la única manera de crecer y fortalecerse) y luego con el enemigo, sea quién o qué.

También es cierto que tenemos que avisar al entorno (familia, empresa) de la batalla que se avecina. Si hay cobardes les damos tiempo para irse; si hay valientes tendremos un punto de apoyo sobre el que volver a curar heridas y coger fuerzas.

Las batallas unas veces se ganan y otras se pierden, todo no es negro o blanco, bien lo sé yo. Pensar que es mejor que no se entere nadie es un error, pase lo que pase necesitas tus apoyos, necesitas transparencia con quien viaja contigo en la vida.

No esperes a sentarte y explicarlo. No esperes a pedir ayuda.

No esperes, no sea que llegues demasiado tarde.

 

Photo by ian dooley on Unsplash

Sueños rotos del emprendedor

Sufrir los sueños rotos del emprendedor debería ser una tarea obligada para todo el mundo, especialmente para los «sabios» que siempre torean la vida desde la barrera, cuchicheando entre los fastos de sus propias miserias.

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Hace poco leía la despedida de una emprendedora que ha tenido que cerrar su tienda; dolor contenido, agradecimientos sinceros y sueños a la papelera.

Palmadita en la espalda y de fondo ese típico «yo lo sabía», que se escapa por lo bajo para quedar por encima del que tiene un fracaso.

Hay muchas expresiones que vienen al caso para levantar la moral del que se siente devastado y en absoluta impotencia, a mí de las que más me gustan es la que dice «no nos definen las veces que nos caemos, sino las veces que nos levantamos». Y es que la vida es un caer y levantarse continuo; los éxitos y los fracasos solo son acontecimientos de la vida que todos experimentamos.

Los sueños, las ilusiones, los proyectos, existen porque forman parte de nosotros y nadie tiene el derecho a destruirlos

Está de moda ser emprendedor, acometer proyectos que nos prometen la felicidad (léase dinero) y nos metemos en unos charcos de los que no sabemos salir.

Me replicaron una vez que como me atrevía a dar consejos a emprendedores y empresarios si había fracasado y perdido mi empresa familiar con más de cien años. La respuesta es fácil: ¿Quién puede explicar lo que se siente cuando sufres una descarga eléctrica? El que ha metido los dedos en el enchufe o ha tocado los cables que no debía. El que va con las manos en los bolsillos, opinando sin hacer, es mejor que siga su camino.

No pasa nada por llevarse un calambrazo, incluso por llevarte dos. Lo que sí te pasa factura es dejar tus sueños guardados en un cajón por miedo a fracasar.

Pon tus sueños en marcha, rodéate de las personas que realmente puedan ayudarte, y como dice el título del libro de Phil Knight, fundador de Nike, NO TE PARES NUNCA.

 

 

Photo by Jeremy Wong on Unsplash

Huesos del montón

Ya sé que esto de huesos del montón suena a título raro, sobre todo teniendo en cuenta que pretendía hacer una reflexión de cara a las vacaciones de verano, pero como escribo en mi blog, pongo lo que me da la gana (increíble libertad). Vaya por delante que me voy a tomar unos días de vacaciones blogueras, que siempre viene bien dejar atrás las obligaciones aunque sean placeres.

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Ya se le ocurrió a Shakespeare, a través de su complejo Hamlet, reflexionar sobre quién es capaz de distinguir a los ricos de los pobres, a los poderosos de los humildes, convertidos todos en huesos del montón.

Podemos creer en Dios o no, pensar que somos un accidente natural, que nos hemos reencarnado o que lo haremos en un futuro… lo que sí pienso es que tenemos todos alma. Lo repito con mayúsculas: ALMA.

Luego si tenemos alma y ésta se aloja en nuestro cuerpo, en este montón de huesos bien dispuestos que le dan soporte, ¿con qué la estamos alimentado?

Alimentamos nuestro cuerpo primero por necesidad y luego por placer, anteponiendo lo segundo a lo primero siempre que es posible. Ay, el placer (lo material), ¿hacia dónde nos arrastra?

Pensando en un esquema sencillo descubrí que ya estaba inventado, como todo lo que no tiene que ver con lo material:

  • Nacemos. O reencarnamos, según se prefiera. La segunda opción es más compleja ya que requiere buscar la familia en la que reencarnarse. Siempre resulta más cómodo pensar que no hemos podido elegir, que tenemos la familia que nos ha tocado.
  • Crecemos. El crecer es cosa nuestra, aunque para hacerlo tenemos que alimentarnos (el cuerpo y el alma). ¿Quién nos alimenta y cómo? Una vez creciditos ya somos capaces de alimentarnos por nosotros mismos (repito cuerpo y alma), aunque es más cómodo que nos sigan alimentado que esforzarnos en hacerlo nosotros (de nuevo repito cuerpo y alma).
  • Reproducimos. Qué divertido es; que complicado cuando lo divertido se convierte en niños y niñas. En esta fase volvemos al punto anterior aunque cambiamos los papeles ¿con qué los alimento (cuerpo y alma)?
  • Morimos. Aquí está el gran avance de la ciencia. Ya lo decía Emilio Duró en su conocidísima conferencia: el gran avance de la humanidad es el aumento de la esperanza de vida. Como esto siga así, a los 90 vamos a seguir pensando que somos jóvenes. Pero claro, este avance de la ciencia se ocupa de que vivamos más años y con mejor calidad de vida, en este caso del cuerpo. Y¿quién se ocupa de que tengamos mejor calidad de vida para nuestra alma?

Vivimos en un mundo dualista: luz/oscuridad, amor/odio, sol/luna, guapo/feo, delgado/gordo, caro/barato …, VIDA/MUERTE.

¿Vivir como si no hubiera un mañana o pensando que hay un mañana para el que hay que vivir?

¿Vivir pensando en qué dejaremos para ser recordados o vivir pensando qué haremos para ser recordados? Cuerpo o alma, material o espiritual.

Feliz verano.

 

Ponle nombre al fracaso

«Ponle nombre al fracaso» debería ser una máxima en nuestras cabezas para definir aquellas partes de nuestra vida que nos han dejado una marca en el alma.

Hay muchos fracasos en la vida, personales y profesionales, que no están bien vistos en esta sociedad orientada al éxito y a la vida fácil. Lo cual es irreal ya que todo requiere un gran esfuerzo y lo material no nos completa humanamente.

Hace unos días vi la película «Belleza Oculta», protagonizada por Will Smith, en la que narra su vida antes y después de la pérdida de un ser querido, el esfuerzo por razonar lo que no es razonable.

Me llamó la atención que en una reunión de terapia en grupo, de ayuda a los que han sufrido la pérdida de un ser querido, además del lógico dolor e intenso recuerdo se le pone nombre a la pérdida. Se llamaba XXX y murió por XXX.

Esto me hizo reflexionar sobre nuestra vida personal y también la profesional. ¿Cuántos fracasos ocultamos para que no nos miren mal? Este es uno de los miedos más poderosos a los que nos enfrentamos cuando emprendemos. ¿Y si me va mal? ¿Qué van a pensar de mí?

En realidad no hay ningún fracaso completo, como tampoco hay ningún éxito completo. Lo que sí es realmente importante es saber qué no salió bien, aprender la lección y seguir adelante.

¿Y si nos preguntan por nuestro fracaso?

No sirve de nada escondernos, pues la respuesta la sabemos y es fácil contestar.

«Emprendí con toda la fuerza y toda la pasión del mundo, hice todo lo que pude y estuvo a mi alcancé, aunque no lo conseguí. He aprendido que la próxima vez tengo que mejorar…»

Este no es un ejercicio para valientes, es un ejercicio de sentido común. El que esté libre de fracaso que levante la mano. No hay nadie. 

Quien quiera vivir sin intentarlo que levante la mano.

Yo no soy de esos, lo intentaré una vez más. ¿Y tú?