La vida según la describe Carl Gustav Jung, me ha encajado cual guante perfecto (si es que lo hay). He llegado a este magnífico psiquiatra a través del marketing, del uso que hace esta disciplina de los doce arquetipos, de base mitológica, que desarrolló Jung. Extraordinario investigador de nuestro interior, el yo número dos.
Dice Jung en una de sus cartas: «Nadie se encuentra exento del sufrimiento mientras nada en la caótica corriente de la vida… Recorro mi camino y llevo mi carga tan bien como puedo… No hay en mi vida dificultad alguna, aparte de mí mismo. Nadie deberá sostenerme mientras me mantenga en pie».
Para mí, no podría haber mejor resumen sobre la vida, ni mejor dicho.
Vivimos en una sociedad occidental que desea la vida fácil, sin sufrimiento. Afín a las revistas y programas de famoseo donde se quiere ver reflejada mucha gente; queriendo olvidar que la vida tiene sus camisas de seda y de esparto.
Mientras anhelamos la vida de otros, lamentándonos de nuestras miserables vidas, se nos pasa por alto cada amanecer, cada beso, cada brisa, cada sonrisa, cada buenos días, cada abrazo, cada mirada de cariño, cada…
– «La Vida no es Gratis», me recuerdan algunos amigos, con ese guiño tan cariñoso hacia mi libro.- «Y es cierto», respondo siempre, devolviendo a ese guiño una cómplice sonrisa. La vida es un camino por recorrer, tan rico en experiencias como queramos hacerlo, buenas o malas según toque; a veces, según elijamos.
Esta claro que la dificultad de la vida estriba en como enfoquemos el reto que nos plantee, pues lo que para mí puede ser una montaña insuperable, para otro puede suponer un hito motivador que cambie la forma de ver e interpretar su vida. Por tanto, como dice Jung, suele ocurrir que la mayor dificultad con la que nos encontramos en la vida somos nosotros mismos.
En esta sociedad de éxitos de cartón piedra, de estructuras sin pilares arriostrados, de besos de mentira, queremos que nos ayuden siempre, que nos solucionen las dudas, que nos hagan ricos por la lotería, que nos amen por el mero hecho de ser, que…
Todo pasa primero por nosotros, por la construcción de nuestro interior, en averiguar quiénes somos, para desde ahí darnos a los demás sin esperar nada a cambio; pues nadie nos deberá sostener mientras permanezcamos en pie.
¿Y si me caigo? Vendrá bien la mano amiga que siempre está, aunque no la veas. Eso sí, levantarse te toca a ti y a mí (no se libra nadie).