Película trepidante, acción y romanticismo al más puro estilo de Hollywood. Si la trasladáramos al mundo de la empresa tendríamos a la típica empresa digital en la que chicas y chicos brillantes, se matan por igual a trabajar y a ir al gimnasio para tener el trabajo perfecto, el cuerpo perfecto, la sonrisa perfecta, etc., etc.
Esto es lo que denomina Edgar Morin como el imaginario colectivo. Las películas nos hacen descubrir vidas de ensueño que se convierten en aspiracionales, sin que nos demos cuenta de que son meras fantasías, porque las vidas perfectas no existen.
Pero volvamos a la comparación con el mundo de la empresa. Resulta que todos estos jóvenes impecables y extraordinariamente formados necesitan de un senior que les ponga las pilas, les explique lo que es el mundo de verdad y les enseñe cuales son los valores fundamentales.
(Cuidado con el spoiler). Cuando el director general decide que los métodos del senior no son adecuados por el riesgo que suponen, lo aparta y cambia las reglas del juego para hacerlo más fácil para sus jóvenes pupilos.
El senior, una vez más, tiene que demostrar su capacidad de sacrificio, de esfuerzo y su tolerancia a la frustración para poder retomar el control y alcanzar el objetivo propuesto.
Ya no vale con que el senior tenga la experiencia, es que lo tiene que demostrar cada día, pues cada día está en entredicho su capacidad. Agota tener que estar demostrando que la edad no es una unidad de medida del valor de una persona, al igual que su sexo.
Menos mal que al final se queda con la chica.