Huesos del montón

Ya sé que esto de huesos del montón suena a título raro, sobre todo teniendo en cuenta que pretendía hacer una reflexión de cara a las vacaciones de verano, pero como escribo en mi blog, pongo lo que me da la gana (increíble libertad). Vaya por delante que me voy a tomar unos días de vacaciones blogueras, que siempre viene bien dejar atrás las obligaciones aunque sean placeres.

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Ya se le ocurrió a Shakespeare, a través de su complejo Hamlet, reflexionar sobre quién es capaz de distinguir a los ricos de los pobres, a los poderosos de los humildes, convertidos todos en huesos del montón.

Podemos creer en Dios o no, pensar que somos un accidente natural, que nos hemos reencarnado o que lo haremos en un futuro… lo que sí pienso es que tenemos todos alma. Lo repito con mayúsculas: ALMA.

Luego si tenemos alma y ésta se aloja en nuestro cuerpo, en este montón de huesos bien dispuestos que le dan soporte, ¿con qué la estamos alimentado?

Alimentamos nuestro cuerpo primero por necesidad y luego por placer, anteponiendo lo segundo a lo primero siempre que es posible. Ay, el placer (lo material), ¿hacia dónde nos arrastra?

Pensando en un esquema sencillo descubrí que ya estaba inventado, como todo lo que no tiene que ver con lo material:

  • Nacemos. O reencarnamos, según se prefiera. La segunda opción es más compleja ya que requiere buscar la familia en la que reencarnarse. Siempre resulta más cómodo pensar que no hemos podido elegir, que tenemos la familia que nos ha tocado.
  • Crecemos. El crecer es cosa nuestra, aunque para hacerlo tenemos que alimentarnos (el cuerpo y el alma). ¿Quién nos alimenta y cómo? Una vez creciditos ya somos capaces de alimentarnos por nosotros mismos (repito cuerpo y alma), aunque es más cómodo que nos sigan alimentado que esforzarnos en hacerlo nosotros (de nuevo repito cuerpo y alma).
  • Reproducimos. Qué divertido es; que complicado cuando lo divertido se convierte en niños y niñas. En esta fase volvemos al punto anterior aunque cambiamos los papeles ¿con qué los alimento (cuerpo y alma)?
  • Morimos. Aquí está el gran avance de la ciencia. Ya lo decía Emilio Duró en su conocidísima conferencia: el gran avance de la humanidad es el aumento de la esperanza de vida. Como esto siga así, a los 90 vamos a seguir pensando que somos jóvenes. Pero claro, este avance de la ciencia se ocupa de que vivamos más años y con mejor calidad de vida, en este caso del cuerpo. Y¿quién se ocupa de que tengamos mejor calidad de vida para nuestra alma?

Vivimos en un mundo dualista: luz/oscuridad, amor/odio, sol/luna, guapo/feo, delgado/gordo, caro/barato …, VIDA/MUERTE.

¿Vivir como si no hubiera un mañana o pensando que hay un mañana para el que hay que vivir?

¿Vivir pensando en qué dejaremos para ser recordados o vivir pensando qué haremos para ser recordados? Cuerpo o alma, material o espiritual.

Feliz verano.

 

Feliz Navidad

La Navidad es una época en la que nos reencontramos con la familia, con los amigos. Tratamos de olvidar viejas rencillas y ponemos buena cara en las comidas de empresa. Y, por supuesto, nos hacemos nuevos propósitos para cumplirlos en el año que pronto comenzará, para tratar de ser mejores.

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Todas estas acciones encajan dentro de lo que denomino «los cuatro valores fundamentales»: Yo, Familia, Trabajo y Sociedad.

Estas son las cuatro áreas en las que nos relacionamos con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. El orden de prioridades variará en función de nuestras propias necesidades humanas, espirituales y de nuestra edad.

Para afrontar los retos del nuevo año, los elegidos y los que nos van a tocar, tenemos que optimizar nuestro estado de ánimo. Mejorando nosotros lograremos mejorar los otros tres valores, pues al mejorar también cambiamos el entorno en el que nos movemos.

Siempre digo que no existen varitas mágicas ni píldoras maravillosas, todo requiere esfuerzo y perseverancia. Además, para alcanzar la meta propuesta hay un paso previo: saber dónde estamos. Si no sé cuanto peso, no sé cuantos kilos tengo que perder o que ganar. Si no tengo referencia de mi estado físico no sé hasta dónde lo quiero mejorar. Y así con todo.

Dos cosas más, debemos ponerlo por escrito pues así adquirimos un mayor compromiso con nosotros mismos y tenemos que disfrutar del camino hasta alcanzar la meta propuesta.

El éxito no está en alcanzar la cima, está en hacer el camino que nos lleva de meta en meta.

Dice mi amiga Carmen de Flecos Sueltos que hay que humanizar los blogs, es decir menos «robots» y más personas, así que me voy a tomar unos días para poner mi mente a trabajar en los post que quiero ir compartiendo contigo y en mis próximos objetivos, para mí, para mi familia, en el trabajo y con la sociedad. Para empezar haré un resumen con todo lo bueno que me ha pasado este año. ¿Lo malo que ha pasado? De eso ya no me acuerdo.

Feliz Navidad y mis mejores deseo para el año que está a punto de comenzar. Besos y abrazos.

 

Estado civil: fracasado

En esta sociedad moderna, digital e inmediata, en la que etiquetamos todo y a todos, con nuestras fachadas de vidas espectaculares, cimentadas con estructuras de cartón que se caen estrepitosamente al suelo con el primer soplo de infortunio, tener un fracaso se asocia directamente con ser un fracasado. Los éxitos se miden por la cuenta corriente, el tamaño del coche, de la casa y el supuesto número de amigos que nos hace ser tan populares.

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Y es que tendemos a compararnos siempre con los demás, sonriendo a la mala suerte del vecino, envidiando al supuesto triunfador, en esa regla de medir los éxitos sin medir la felicidad.

Perder tu negocio, que te despidan, divorciarte,…, te hace entrar en el club del fracasado de manera inmediata por aquellos que deberían encontrar la viga en su ojo antes que rebuscar la paja en el tuyo. Forma parte de nuestra partida en el juego de la sociedad.

El problema de verdad comienza cuando nosotros mismos nos medimos en esa regla del éxito y del fracaso, nos comparamos y se nos ocurre pensar que, efectivamente, somos unos fracasados, que hemos perdido nuestra oportunidad.

Me pregunto si el hombre más rápido del mundo, Usain Bolt, compite contra los demás o lo hace contra sí mismo, porque no es lo mismo querer superar al otro que proponerme superar mis propias limitaciones a base de trabajo, de esfuerzo y, por supuesto, queriéndome mucho.

En esta vida, larga y a la vez muy corta, no me puedo permitir el lujo de perder mi tiempo arrastrando el letrero que me haya puesto la sociedad, me da igual que sea el de fracasado o el de triunfador pues nada es eterno, todo es cíclico, y por supuesto nadie fracasa en todo ni triunfa en todo. Por tanto, tengo que definirme a mi mismo sabiendo quien soy, que soy y para que estoy en este mundo, todas las circunstancias pasadas me han convertido en lo que soy hoy.

Kant decía que el hombre (o la mujer) tiene sed de poder, de bienes materiales y de honores. Todo esto es de cara a la galería, para que nos envidien los demás. Estoy convencido que menos es más, menos posesiones es más libertad, menos miedos. Hay que aprender a disfrutar de las cosas pequeñas, de la naturaleza, del maravilloso mundo que nos rodea y que nos pasa desapercibido, de las personas que nos quieren por como somos, no por lo que tenemos.

No creo que estemos en este mundo para pasar por él sin más, tenemos que descubrir cuál es nuestra misión y dejar nuestra huella haciendo de éste un lugar mejor del que encontramos.

 

La herencia: cuchillos entre los dientes

No tener nada que dejar en herencia a los demás tiene sus ventajas. En el reparto de la herencia no solo es que la sangre se convierta en euros, es que hay cuchilladas para coger los euros que «injustamente» se han llevado «los otros». Que si por ser el mayor, el más pequeño, la única chica entre varios hermanos o al revés, el que pasó más noches en vela cuidándolo…

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La herencia: cuchillos entre los dientes

En fin, que todos tenemos el derecho divino de conseguir la herencia y cuanto más mejor, no sea que veamos al otro con una sonrisa de superioridad, y como sea cuñado o cuñada..

Claro que esto de la herencia tiene una pega que, a veces, pasa inadvertida hasta el momento en el que nos llega una carta certificada de Hacienda o del Ayuntamiento para pagar los impuestos correspondientes por heredar. Como si el muerto no hubiera pagado ya bastantes impuestos.

Cuando además hay una empresa de por medio podemos echarnos a temblar, lo mismo desaparece en el trayecto hasta la notaría o poco tiempo después.

Al final es que tenemos que planificar la muerte, mejor dicho lo que va a pasar después. Es una tontería pensar que ya se arreglarán los herederos, bueno puede que lo hagan a cuchillada limpia y habremos conseguido desintegrar el patrimonio y perder la familia.

¿Qué hacemos entonces? Lo primero es dejar claro que el patrimonio que uno crea a lo largo de los años es de uno, no de los herederos. Tenemos que quitarnos esta costumbre de amasar fortuna para los hijos, lo más importante es dejarles unos valores honestos, la mejor formación posible y compartir con ellos todo nuestro tiempo disponible.

Si hay una empresa de por medio lo mejor sería dejar a un heredero con la mayoría de las acciones y, por ese afán de la justicia medieval, compensar al resto con otra parte de la herencia. Cada persona tiene su estilo a la hora de dirigir una empresa, no hay direcciones colegiadas, hay que ejercer el liderazgo y no se puede liderar siendo un socio minoritario sin control en el consejo.

Hace tiempo escuché a un gran empresario jubilado, hecho a si mismo explorando China con la cafetera en la maleta, decir delante de sus hijos: «mis hijos me han ayudado a hacer crecer esta empresa, es justo que yo ahora los ayude a ellos». Está familia tiene claro su futuro y sus roles.

¿Y tú?

 

Construir tu sueño, dominar la mente.

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Leía hace poco en «El Elemento», de Sir Ken Robinson: «…si no ves la posibilidad de que un sueño se haga realidad, es probable que tampoco veas los pasos necesarios que tienes que dar para conseguirlo.»

Para ser capaz de crear nuestros sueños tenemos, lógicamente, que imaginarlos. Si lo que nos viene a la cabeza son las situaciones negativas por las que pasamos, o la sensación de que no somos capaces de conseguirlo, o que ya somos mayores para soñar, lo más probable es que nos invada una profunda tristeza y la desesperanza. Lo peor de todo esto es que al final somos nosotros los creadores de nuestros pensamientos y, por tanto, de nuestros sueños o frustraciones.

También hay que ser realistas en aquello que queremos lograr, teniendo claro que ser realista no es ser pesimista.

Así que lo primero en nuestra lista de tareas para conseguir un sueño será poner a nuestra mente a trabajar para averiguar cuál es nuestro sueño y que pasos tenemos que seguir para conseguirlo. Recuerda que no existen píldoras de la felicidad, todo requiere un esfuerzo. Si dudas puedes ver los Juegos Olímpicos, a ver si las medallas son fruto de la casualidad o del esfuerzo de entrenar a diario.

El otro día repasaba un texto titulado «Adiestrar la Mente», de Su Santidad el XIV Dalai Lama. En éste encontré varias ideas inspiradoras que hacen reflexionar y que vienen al caso con esta idea de construir nuestros sueños:

  • Mi sueño es mío, no se trata de competir con los sueños o vidas de los demás.
  • Mi actitud es positiva, lo que me genera fuerza interior y reduce mi miedo.
  • Entre el mundo y yo existe mi modo de interpretar la realidad. Puedo cambiar mi forma de sentir el mundo que me rodea.
  • No existe una llave mágica que nos permita eliminar de golpe nuestros pensamientos negativos, para cambiarlos hay que utilizar la razón.
  • Hay que ser paciente y perseverar, nada es inmediato, mi peor enemigo soy yo .
  • Ayudar a los demás es una manera extraordinaria de sentirnos bien con nosotros mismos. Vas más allá de tus problemas, adquieres fortaleza interior.
  • Formamos parte de un todo, nada es casual.
  • Si no puedes amarte, cómo vas a amar a los demás.
  • Tus acciones tienen repercusiones sobre otras personas, por tanto, piensa antes de actuar.
  • Las situaciones difíciles, las personas que nos defraudan, son maestros que nos hacen progresar. No te quedes sufriendo, avanza.
  • A veces, nos vemos invadidos por las emociones negativas y sentimos que no podemos luchar contra ellas. Es el momento de fijarnos pequeños objetivos, lograrlos y crecer en nuestra autoestima tomando distancia de las circunstancias que nos afligen. Un poco de deporte sienta muy bien.
  • Rezar mucho, encender velas y pedir ayuda al Universo está muy bien, pero no olvides que a Dios rogando y con el mazo dando.

Lo siento, no tengo el método de hacerse rico en tres pasos, ni la píldora de la felicidad. En cambio puedo ofrecerme a ayudarte a avanzar para conseguir tus sueños, siempre con esfuerzo, con trabajo. Eso sí, como dice un buen amigo: trabajando con alegría.

 

Si mi perro me muerde, me lo como.

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«Si me perro me muerde, me lo como», le oía decir, hace unas noches, a un amigo que tiene un perrazo. Es lógico pensar que si mi perro me ataca algún problema hay, o con el perro o conmigo.

Aquella conversación me hizo pensar que, a veces (me temo que muchas), dejamos que nos muerda nuestro pensamiento negativo hasta llegar a destrozarnos, sin ser capaces de hacerle frente. Esa manera de jodernos a nosotros mismos, en la que somos especialistas, nos deja aturdidos y sin fuerzas, cabizbajos, preguntándonos siempre por qué nos pasa a nosotros.

Yo llamo a esta parte de mi pensamiento, que viene de visita sin ser invitada, «el bicho». Y cuando «el bicho» me ataca me daña cuando menos un rato y con «suerte» el día entero. La verdad es que es difícil hacerle frente pues tendemos a engancharnos químicamente a nuestros pensamientos negativos (esto lo explica muy bien el doctor Mario Alonso Puig).

Para luchar contra esto ya podemos leer los libros más interesantes del mundo y que mejor lo expliquen, tomar las píldoras de los colores que quieras, rezar o ir de peregrinos a pedir el milagro de pensar en positivo que, al final, la solución está en nosotros. Como dice mi buen amigo Jesús: «en el camino te puedo acompañar y animarte a subir las cuestas, pero el esfuerzo de hacerlo realidad tiene que ser tuyo».

Ya sé que es agotador, pero no nos queda otra.

Suelo tener un recurso visual que me da resultado: me imagino con un periódico enrollado, atento a su salida. Cuando «el bicho» sale le atizo con todas mis fuerzas y me repito (y le repito): hoy no, hoy no puedes conmigo. A veces, gano y otras, me acaba mordiendo.

Lo realmente importante es darte cuenta de que aparecen estos pensamientos, hacerles frente y progresar en tu camino día a día, sabiendo que ésto también pasará.

Esforcémonos, merece la pena.

El frutero no quiere ir a Hollywood

limones 1142En esta sociedad de apariencias, fachadas y sonrisas de plástico, nos olvidamos pronto de los que lo intentaron y cayeron. Solo queremos que nos hablen de los éxitos, para que podamos envidiarlos, y que en el bar nos hablen de los fracasos del vecino para regocijarnos de las desgracias ajenas, apenas asomando la cabeza desde nuestra propia piscina de vida miserable y mentirosa.

¿Para cuándo los monumentos a los héroes caídos y puestos de nuevo en pie para luchar? ¿Cuántos emprendedores, todo corazón, empezaron con la mayor ilusión del mundo para luego fracasar? ¿Cuántos lo vuelven a intentar? ¿Cuántos con la cabeza agachada como si fueran culpables del mayor de los males?

No solo se aprende del que triunfa, también del que fracasa. Es más, su vida, la del fracasado, es mucho más interesante porque es humana, no se rodea de artificios, ni de incienso de éxito, ni de lameculos. Agacha su cabeza y sigue caminando, no le queda otra, tiene una familia a la que salvar.

Lo veo madrugar y trabajar duro, atrás quedaron los días de gloria. Se arrastra sin remedio aparente, tiene los cojones de no rendirse jamás aunque la angustia corroa sus entrañas. Lo intentará una vez más.

No quiere ir a Hollywood, no quiere fotos, no quiere reconocimientos, solo quiere vivir en paz, trabajar, ganarse el pan con el sudor de su frente, ver a su mujer sonreír, hacerlo bien con sus hijos y ayudar a quien lo necesite.

No te rindas, sigue insistiendo, cada día es un éxito, cada euro que entra en la caja un golpe a la cara del infortunio.

Un día más madrugando, un día más dispuesto al combate, un día más apretando los dientes, un día más venciendo, un día más que sonríes, suavemente, cuando recuerdas la palabra.

Un día más la ESPERANZA.