La herencia: cuchillos entre los dientes

No tener nada que dejar en herencia a los demás tiene sus ventajas. En el reparto de la herencia no solo es que la sangre se convierta en euros, es que hay cuchilladas para coger los euros que «injustamente» se han llevado «los otros». Que si por ser el mayor, el más pequeño, la única chica entre varios hermanos o al revés, el que pasó más noches en vela cuidándolo…

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La herencia: cuchillos entre los dientes

En fin, que todos tenemos el derecho divino de conseguir la herencia y cuanto más mejor, no sea que veamos al otro con una sonrisa de superioridad, y como sea cuñado o cuñada..

Claro que esto de la herencia tiene una pega que, a veces, pasa inadvertida hasta el momento en el que nos llega una carta certificada de Hacienda o del Ayuntamiento para pagar los impuestos correspondientes por heredar. Como si el muerto no hubiera pagado ya bastantes impuestos.

Cuando además hay una empresa de por medio podemos echarnos a temblar, lo mismo desaparece en el trayecto hasta la notaría o poco tiempo después.

Al final es que tenemos que planificar la muerte, mejor dicho lo que va a pasar después. Es una tontería pensar que ya se arreglarán los herederos, bueno puede que lo hagan a cuchillada limpia y habremos conseguido desintegrar el patrimonio y perder la familia.

¿Qué hacemos entonces? Lo primero es dejar claro que el patrimonio que uno crea a lo largo de los años es de uno, no de los herederos. Tenemos que quitarnos esta costumbre de amasar fortuna para los hijos, lo más importante es dejarles unos valores honestos, la mejor formación posible y compartir con ellos todo nuestro tiempo disponible.

Si hay una empresa de por medio lo mejor sería dejar a un heredero con la mayoría de las acciones y, por ese afán de la justicia medieval, compensar al resto con otra parte de la herencia. Cada persona tiene su estilo a la hora de dirigir una empresa, no hay direcciones colegiadas, hay que ejercer el liderazgo y no se puede liderar siendo un socio minoritario sin control en el consejo.

Hace tiempo escuché a un gran empresario jubilado, hecho a si mismo explorando China con la cafetera en la maleta, decir delante de sus hijos: «mis hijos me han ayudado a hacer crecer esta empresa, es justo que yo ahora los ayude a ellos». Está familia tiene claro su futuro y sus roles.

¿Y tú?