En esta sociedad moderna, digital e inmediata, en la que etiquetamos todo y a todos, con nuestras fachadas de vidas espectaculares, cimentadas con estructuras de cartón que se caen estrepitosamente al suelo con el primer soplo de infortunio, tener un fracaso se asocia directamente con ser un fracasado. Los éxitos se miden por la cuenta corriente, el tamaño del coche, de la casa y el supuesto número de amigos que nos hace ser tan populares.
Y es que tendemos a compararnos siempre con los demás, sonriendo a la mala suerte del vecino, envidiando al supuesto triunfador, en esa regla de medir los éxitos sin medir la felicidad.
Perder tu negocio, que te despidan, divorciarte,…, te hace entrar en el club del fracasado de manera inmediata por aquellos que deberían encontrar la viga en su ojo antes que rebuscar la paja en el tuyo. Forma parte de nuestra partida en el juego de la sociedad.
El problema de verdad comienza cuando nosotros mismos nos medimos en esa regla del éxito y del fracaso, nos comparamos y se nos ocurre pensar que, efectivamente, somos unos fracasados, que hemos perdido nuestra oportunidad.
Me pregunto si el hombre más rápido del mundo, Usain Bolt, compite contra los demás o lo hace contra sí mismo, porque no es lo mismo querer superar al otro que proponerme superar mis propias limitaciones a base de trabajo, de esfuerzo y, por supuesto, queriéndome mucho.
En esta vida, larga y a la vez muy corta, no me puedo permitir el lujo de perder mi tiempo arrastrando el letrero que me haya puesto la sociedad, me da igual que sea el de fracasado o el de triunfador pues nada es eterno, todo es cíclico, y por supuesto nadie fracasa en todo ni triunfa en todo. Por tanto, tengo que definirme a mi mismo sabiendo quien soy, que soy y para que estoy en este mundo, todas las circunstancias pasadas me han convertido en lo que soy hoy.
Kant decía que el hombre (o la mujer) tiene sed de poder, de bienes materiales y de honores. Todo esto es de cara a la galería, para que nos envidien los demás. Estoy convencido que menos es más, menos posesiones es más libertad, menos miedos. Hay que aprender a disfrutar de las cosas pequeñas, de la naturaleza, del maravilloso mundo que nos rodea y que nos pasa desapercibido, de las personas que nos quieren por como somos, no por lo que tenemos.
No creo que estemos en este mundo para pasar por él sin más, tenemos que descubrir cuál es nuestra misión y dejar nuestra huella haciendo de éste un lugar mejor del que encontramos.