Poco importa si no hemos elegido el destino.
Da igual hacia donde sople en viento, mientras que vaya soplando vamos bien.
Esto, al final, se convierte en «si tengo dinero en caja es que el negocio va bien». Claro, mientras fluya la «pasta» nos creemos que somos unos craks, el problema vendrá el día en que los agujeros por donde se nos va el dinero sean mayores que la entrada del mismo. Parece mentira, pero son muchas las empresas y comercios que se rigen por el volumen de ventas o entrada de dinero en caja sin observar la rentabilidad.
¿Es importante la rentabilidad? Por supuesto, quién va a decir que no. Y ¿es importante fijar unos objetivos de venta? Clarooooooo, si no los comerciales se duermen. Muy bien y ¿Quién fija los objetivos de venta en función de la rentabilidad de las operaciones? Es decir, ¿Nos interesan todos los clientes? Nos interesan aquellos que no están solo porque somos su proveedor más barato, sino porque somos su proveedor de confianza, el que no falla, el que cumple.
Para conseguir esto no podemos quedarnos solo en la cifra de ventas, es necesaria una dirección por objetivos que implique a todas las divisiones de la empresa.
Para medir necesitamos estandarizar las operaciones (todas). Y para estandarizar las operaciones deberíamos saber para qué las hacemos y si, efectivamente, aportan un valor diferencial frente a la competencia.
¿Soy una empresa/comercio rentable?
¿Soy rentable para mis clientes?
¿Soy rentable para mis proveedores?
¿Soy rentable para mis trabajadores?¿Merece la pena trabajar aquí?
Pues no, no da igual para donde sople el viento.