Estoy leyendo «El camino del encuentro», un libro de Jorge Bucay que me prestó mi querida amiga Gloria. Entre otras cosas, tiene dedicado un capítulo a los hijos y en éste dice: …yo no puedo asegurarle (a mi hijo) que si estudia una carrera y es un trabajador honesto, va a poder comer todos los días. Y él lo sabe. El mundo es incierto para nuestros hijos. No es nuestra culpa pero es así.
Total, que me ha venido a la cabeza que aquello que sirvió para educarme no va a servir para educar a mis hijos. Pensaba que si alguno de mis niños (tengo dos maravillosos hijos) me dijera: «papá, de mayor quiero ser piloto de avión de pasajeros» tendría que contestarle que no puede serlo porque los dos son miopes, y claro… Aunque también he pensado que lo mismo dentro de 10 años da igual porque los aviones se pilotarán desde una sala, con un ordenador y no hará falta piloto a bordo.
En fin, que es un lío esto de tener que anticiparse al futuro para saber cómo orientar a los hijos, sobre todo si pensamos en términos comerciales. Es decir, para que se puedan comprar una casa, un coche, un barco y tengan vidas maravillosas llenas de objetos inútiles y de vacíos emocionales; contribuyendo a la construcción de muros sociales que tapen la vista de las miserias de otras vidas.
Me voy a decidir a seguir inculcándoles los valores que entiendo deben tener: el esfuerzo para alcanzar las metas, el amor hacia ellos mismos y hacia los demás (sobre todo a los más débiles), tener los ojos siempre abiertos para descubrir las maravillas del mundo que nos rodea y que la vida no es un cuento de hadas sino más bien un combate de boxeo.
El resto se lo dejaré a ellos, sin olvidar que debería como padre ser capaz de ayudarles a encontrar sus talentos para que los desarrollen en su vida y sean lo más felices posible, haciendo de este mundo un lugar mejor del que encontraron.
¿Y qué pasa con lo de ganar dinero? (mucho, claro). Mi amigo Tomás dice: el dinero ni se crea ni se destruye, simplemente cambia de manos. Yo añado: para ganar mucho dinero y comprar muchas cosas tengo que invertir mucho tiempo. El tiempo (el mío y el tuyo) se destruye a cada segundo, ya no lo recuperaremos jamás.
Así que, hijos míos: merece la pena llenar la vida de experiencias, no de objetos, y no valoréis a nadie por lo que tiene ni por quien es en la sociedad. A las personas hay que valorarlas por como son. Aquí también tenemos que seleccionar con quién invertimos nuestro tiempo.