Fantasía, Proyecto, Realidad

Me ha encantado comprobar que los emprendedores a los que he entrevistado para la tele, tienen en común el título de este post. En sus cabezas jugaban con la fantasía de emprender, de ser sus propios jefes, de intentarlo. Esa fantasía, mediante horas de estudio, consejos, opiniones a favor y en contra y muchos números, se transformó en un proyecto y hoy en una realidad de éxito. Persiguieron sus sueños hasta conseguirlos (¿verdad Alberto?).

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Aunque no podemos olvidar que la mente (nuestra mente, nuestra vocecilla interior) tiende a fastidiarnos siempre que hay ocasión, motivo por el que tenemos que tenerla a raya. Tras las dedicatorias y agradecimientos de corazón, comencé mi libro «La Vida no es Gratis» con una maravillosa frase de René Descartes: «Mi vida estuvo llena de desgracias, muchas de las cuales jamás sucedieron».

Y es que por mucho que nos digan, que leamos, que recemos, o supliquemos, no podremos borrar las desgracias imaginarias a las que nuestra mente nos expone a no ser que cambiemos nuestra actitud, nuestro pensamiento. Al final son muchos los miedos que nos atenazan, que nos impiden salir de la archinombrada «zona de confort», miedos que nos impiden emprender. Seguimos dándole vueltas a lo mismo sin saber salir del bucle y sin avanzar, debilitándonos, vamos perdiendo confianza en nuestras propias capacidades.

Así que para poner en jaque a nuestro pensamiento se me ha ocurrido pasar esos pensamientos por el filtro de las tres palabras del post. A ver, esto que me está manifestando mi pensamiento (esa vocecilla interior) ¿es una fantasía? Por mucho que me lo imagine con todo lujo de detalles (ya sea positivo o negativo) no va a ocurrir por sí mismo. ¿Es un proyecto? Si la respuesta es afirmativa nos pondremos manos a la obra, así que a ponerlo por escrito, dividido en partes y con un horizonte temporal aceptable. ¿Es una realidad? Hace un frío de cojones en mi Antequera y esto no es ni fantasía ni proyecto, lo hace y punto. Es un hecho contrastado que no puedo cambiar, salvo mi actitud frente al mismo.

Vamos a ponerle freno y a pedirle explicaciones a esa «vocecilla», ya verás como la iremos escuchando menos negativa y más en línea con aquello que realmente nos favorece.

Emprender con éxito: paso 1

A la hora de emprender debemos analizar muchos factores. Para mí, el principal punto a tener en cuenta es saber quien va a ser mi cliente, a quién le voy a vender. Si no vendo, no ingreso y si no ingreso, no como. Sí, he dicho vender, no que me compren. No es lo mismo ni de lejos.

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Lo primero que deberíamos pensar (a parte de tener identificado nuestro talento y generar ideas) es a quién le vamos a vender nuestro producto o servicio. Podemos tener ideas maravillosas que solo nos gusten a nosotros y que, por tanto, no se las consigamos vender a nadie, entonces adiós negocio, dinero, tiempo y lo que es peor ilusión.

El número uno de los trece errores a la hora de emprender, que comenta Azucena Fraile, es el de creer que tu idea es infalible y lanzarte a emprender sin más.

Ya hemos visto en otros artículos que podemos y debemos generar ideas para emprender y desarrollarnos en la vida (no solo hablo de trabajo), partiendo de nuestro talento. Pero cuando montamos una empresa o un comercio guiados solo por nuestro corazón y por la maravillosa idea que se nos ha ocurrido podemos estrellarnos con facilidad y tener que aguantar a más de uno decirnos, con gesto torcido, la maravillosa frase de «esto ya lo sabía yo, mira que te lo dije».Aunque solo sea para no darle el gustazo a los capullos que piensan así vamos a medir muy bien todo aquello que acometemos.

Pongamos como ejemplo abrir una tienda de artículos de pesca, (actividad a la que debería ser aficionado, porque sino no se entendería que abriera una tienda de algo sobre lo que no tengo ni idea).

Al margen de la inversión en material, búsqueda de proveedores, local y una larga lista de detalles, vamos a centrarnos en nuestro posible cliente. Lo primero será saber cuántos clientes potenciales hay. ¿De dónde puedo sacar la información? Por regla general los aficionados a algún deporte o actividad se suelen agrupar en peñas o asociaciones así que de aquí puedo obtener estos datos.

Una vez conocido el potencial número de clientes que puedo tener, estaría bien saber quien va a ser mi competencia y no sólo a nivel local, también provincial o comarcal, sin olvidar Internet (hace años que mi amigo Koke compra material de China por esta vía).

Una vez controlados estos aspectos también debería saber cuándo le interesa a mi posible cliente comprar, porque a lo mejor se me ocurre abrir en horario de comercio y mis potenciales clientes prefieren comprar los sábados o los domingos antes de salir de pesca y resulta que el resto de los días no vendo un anzuelo.

Y claro, también me tengo que posicionar en la mente de mis posibles clientes haciéndome un hueco para que me tengan presente a la hora de comprar material, lo que me obligará a presentarme a las peñas y asociaciones, patrocinar concursos de pesca y a frecuentar los lugares donde se reúnen. Se hace también imprescindible usar las redes sociales y, por supuesto, disponer una página web donde pueda vender lo mismo que tengo en la tienda a todo el mundo; estamos en un mercado globalizado que no entiende de horario comercial.

Esto es como correr una maratón sin entrenar. ¿A quién se le ocurre montar un negocio sin pensar en el cliente?

 

La sangre convertida en euros llega al río

Escribía en este blog hace unas semanas sobre una familia que se enfrentaba a la herencia dejada por su padre, encabezada por un negocio de restauración. Aunque intenté convencer a la familia de que debían mantener la calma y asegurar la supervivencia del negocio ajustando de forma paralela los diferentes roles de los hijos/as y cuñados/as, me ha sido imposible. La sangre ha llegado al río.

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En su negocio de toda la vida se han instalado lo que yo llamo «pájaros negros»: una especie de buitres invisibles que esperan la caída del negocio. Se perciben por el ambiente de malestar general, de falta de alegría, algo que hace que los clientes no entren y si lo hacen no estén a gusto. Discusiones y gritos entre hermanos, malos modos con los clientes, los camareros te lo cuchichean todo…. Vamos, un desastre que termina mantando el negocio.

El hijo mayor, que no es el más capacitado, se ha autonombrado jefe absoluto y trata con punta de látigo al resto de la familia y a los trabajadores. La madre, viuda desconsolada, no es capaz de poner orden y los euros desaparecen de la caja sin dejar rastro.

Mi amigo, tercero de los hermanos, ya ha decido que se va y se monta por su cuenta. Dos de los empleados más veteranos, el cocinero y un camarero, se fueron hace poco, ya no aguantaban más.

El negocio a la mierda y la familia también, la sangre convertida en euros.

Me resulta doloroso y me causa un profundo sentimiento de impotencia. Sé las herramientas que hay que utilizar, conozco personalmente desde hace muchos años a los miembros de la familia y no he podido hacer nada por evitarlo. Ésto, tan frecuente en las empresas familiares,  no es un cáncer terminal, tiene cura. Solo se necesita escuchar al otro, negociar y llegar a acuerdos.

A veces nos creemos inmortales, que lo que le pasa al vecino no nos ocurrirá a nosotros, que alcanzaremos el éxito sin apenas esfuerzo y que nuestros negocios durarán toda la vida.

Cuando vivimos sometidos a la dictadura del día a día nos olvidamos de planificar y de prever la sucesión en nuestras empresas o comercios. Intentamos preservar la familia sin fundamentos, sin cuidar de sus raíces, pensando que lo natural es que nos llevemos bien, cuando en realidad parece justo lo contrario.

No hay mayor ejemplo de liderazgo que el de un padre y una madre. Lo difícil es ser capaz de llevar ese liderazgo de la familia a la empresa y viceversa, sin olvidar que el liderazgo se ejerce a diario, se enseña dando ejemplo y se cultiva siempre.

Sin duda, el esfuerzo merece la pena. Es mucho más doloroso ver la sangre convertida en euros.

Generar ideas para emprender.

¿A quién no se le ha ocurrido una idea maravillosa en la ducha? Necesitamos nuestros momentos de concentración (o desconcentración, según se mire) para poder acceder a nuestras mejores ideas. Otras veces no somos capaces de tener ninguna idea fantástica que nos ilumine el camino a seguir y nos encomendamos a todos los santos para conseguirla.

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Generar ideas de manera consciente creo que no es fácil, si bien es cierto que muchas veces se nos ocurren de manera inconsciente, no provocada, mientras paseamos, vemos un escaparate, leemos un libro, al ojear una revista o charlando con un amigo. Descubrimos ideas que, aunque no sean de aplicación directa, sabemos que podemos aprovecharlas para nuestro negocio o proyecto.

Lo primero que necesitamos para encontrar ideas es ponernos en modo búsqueda. Desear encontrar una solución a nuestro problema, ese deseo es el que nos activa a buscar de manera consciente y subconsciente la respuesta necesaria.

Si además las ideas que quieres generar son para emprender o para darle un cambio a tu empresa deberías tener en cuenta cuáles son tus habilidades, qué se te da bien, y programarte para conseguir ese momento mágico de descubrir ideas brillantes.

Mi primer coche era de un precioso color plateado. Cuando lo saqué del concesionario, encantado del modelo y del color, empecé a ver más coches iguales. Nunca había visto tantos. Igual me ocurrió cuando salí a pasear con mi hijo recién nacido en su cochecito de bebé, había un montón de familias paseando a sus bebés.

Y es que la mente nos muestra aquello en lo que estamos inmersos, lo que no nos interesa no lo muestra, de ahí la importancia de que programemos a nuestro cerebro para que nos busque la información que necesitamos. Si te levantas escuchando las noticias ¿qué te mostrará tu cerebro el resto del día, lo bien que está todo?

Un deseo genera en nosotros una imagen mental que nos traslada a como sería nuestra vida si lo consiguiéramos, por tanto, nos genera una serie de emociones y sentimientos que debemos encauzar positivamente para aprovechar todo nuestro potencial en la búsqueda del deseo ansiado.

Aunque también debemos ser realistas. Por mucho que quiera no voy a ser campeón del mundo de Moto GP como Marc Márquez, no tengo ni edad ni talento para ello. Por tanto, debo enfocar mis deseos en aquellos objetivos que pueda conseguir utilizando y desarrollando mis habilidades, incluso adquiriendo nuevas; dentro de mi realidad ampliada, es decir, fuera de la tan nombrada zona de confort.

Debemos enunciar nuestro deseo en positivo, no vale el decirnos «no quiero fracasar» es mucho mejor «quiero triunfar». Por supuesto, necesitamos establecer un tiempo para conseguirlo y esforzarnos para lograrlo.

La vida no es gratis y eso es estupendo, siempre es más gratificante el éxito cuando nos cuesta alcanzarlo.

 

 

La herencia: cuchillos entre los dientes

No tener nada que dejar en herencia a los demás tiene sus ventajas. En el reparto de la herencia no solo es que la sangre se convierta en euros, es que hay cuchilladas para coger los euros que «injustamente» se han llevado «los otros». Que si por ser el mayor, el más pequeño, la única chica entre varios hermanos o al revés, el que pasó más noches en vela cuidándolo…

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La herencia: cuchillos entre los dientes

En fin, que todos tenemos el derecho divino de conseguir la herencia y cuanto más mejor, no sea que veamos al otro con una sonrisa de superioridad, y como sea cuñado o cuñada..

Claro que esto de la herencia tiene una pega que, a veces, pasa inadvertida hasta el momento en el que nos llega una carta certificada de Hacienda o del Ayuntamiento para pagar los impuestos correspondientes por heredar. Como si el muerto no hubiera pagado ya bastantes impuestos.

Cuando además hay una empresa de por medio podemos echarnos a temblar, lo mismo desaparece en el trayecto hasta la notaría o poco tiempo después.

Al final es que tenemos que planificar la muerte, mejor dicho lo que va a pasar después. Es una tontería pensar que ya se arreglarán los herederos, bueno puede que lo hagan a cuchillada limpia y habremos conseguido desintegrar el patrimonio y perder la familia.

¿Qué hacemos entonces? Lo primero es dejar claro que el patrimonio que uno crea a lo largo de los años es de uno, no de los herederos. Tenemos que quitarnos esta costumbre de amasar fortuna para los hijos, lo más importante es dejarles unos valores honestos, la mejor formación posible y compartir con ellos todo nuestro tiempo disponible.

Si hay una empresa de por medio lo mejor sería dejar a un heredero con la mayoría de las acciones y, por ese afán de la justicia medieval, compensar al resto con otra parte de la herencia. Cada persona tiene su estilo a la hora de dirigir una empresa, no hay direcciones colegiadas, hay que ejercer el liderazgo y no se puede liderar siendo un socio minoritario sin control en el consejo.

Hace tiempo escuché a un gran empresario jubilado, hecho a si mismo explorando China con la cafetera en la maleta, decir delante de sus hijos: «mis hijos me han ayudado a hacer crecer esta empresa, es justo que yo ahora los ayude a ellos». Está familia tiene claro su futuro y sus roles.

¿Y tú?

 

Plan de negocio…, ¿para qué?

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Hablaba el otro día sobre los capítulos de gestión de negocio de mi libro «La Vida no es Gratis»  con Marieta, empresaria jubilada hace ya unos años. Me contaba que cuando ella se hizo cargo del negocio lo único con lo que contaba era con su experiencia de haber trabajado desde niña y que supo mantenerlo e incrementarlo. Se preguntaba si ahora sería capaz de hacerlo.

Estoy seguro de que lo conseguiría porque, además de poner todo su corazón en ello, le dedicaría todas las horas disponibles para que el negocio fuera marchando bien; aunque ahora contamos con muchas más herramientas para controlar los riesgos en un mercado mucho más competitivo que antes y con clientes extraordinariamente exigentes.

Hay dos factores fundamentales que marcan la buena marcha de un negocio, sobre todo cuando se empieza el proyecto, es decir, antes de abrir las puertas:

  1. El tiempo que le vamos a dedicar.
  2. Tener un buen plan de negocio.

En esta sociedad de la inmediatez queremos hacernos ricos al segundo día de poner en marcha el negocio, además trabajando con horario de funcionario, y claro nos damos cuenta de que no es así. Entonces empieza la frustración, el no entender cómo la gente no entra por la puerta y qué hago metido en esto si lo que quiero es tener las tardes y los fines de semana libres.

Hay personas que generan ideas de negocio como churros, aunque el problema está en llevarlas a cabo. Está muy bien tener la visión y la misión claras en la mente pero tenemos que tener un plan de negocio por escrito con los números muy claritos, en el plan y en nuestra cabeza.

Esto es como subirte al coche y querer ir a Sotillo de Caracena, provincia de Soria, sin más indicaciones y sin panel de mandos en el salpicadero. Lo mismo con intuición y mirando a las estrellas llegas, pero sería mucho mejor establecer un plan de viaje y mientras más datos tengamos controlados menores riesgos y mayor tranquilidad.

Veo muchos comercios y negocios que se montan así, por intuición, con corazón, aunque sin un plan de negocio. Si invertimos más tiempo en elegir el color de las paredes que en hacer unos numerillos sobre el tiempo de amortización de la inversión, de la liquidez necesaria para los primeros seis meses y, sobre todo, sin testar el mercado, me temo que tienen las horas contadas.

A mí me duele mucho cuando veo una tienda que se cierra, porque lo que necesitamos son emprendedores, valientes inconformistas, héroes ilusionados con montar su propia empresa.

Vamos a echar una mano.

 

Empresa familiar: la sangre convertida en euros

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Hace unos días me llamó mi amigo Juan (nombre ficticio) para que le echara una mano con su empresa familiar convertida en un auténtico infierno. Después de un rato charlando le tuve que decir: «la empresa no es tuya, era de tu padre hasta que falleció el mes pasado y de ahí el follón que tenéis».

Esto de los protocolos familiares, asesores y consejos de administración está muy bien para las grandes empresas o incluso medianas, pero cómo pones orden en un pequeño negocio de hostelería (vaya, un bar de toda la vida que sirve también menús y raciones) donde se mezclan hermanos, hermanas, cuñados, cuñadas, algún que otro sobrino y más de un gilipollas (con perdón).

Poco después de esta Semana Santa, de éxito en el bar de mi amigo, me senté con su padre para charlar un rato, como había hecho antes tantas veces. Me dijo que sabía que estaba muy fastidiado con su cáncer y que no le quedaba mucho de vida, a lo que respondí que nunca se sabe, que la suerte también influye y todas estas cosas que decimos en estos casos. También le dije, con verdadera intención de ayudar y temeroso del futuro, que era imprescindible que pusiera orden en la familia y por extensión en el negocio, a lo que me respondió: «cuando me muera ya se organizaran ellos». Pues, querido amigo, se ha formado un lío bastante serio que no sé donde terminará.

Y es que poner orden cuando todo es un caos es una tarea muy complicada, requiriendo en primer lugar que todos los implicados en éste quieran colaborar, o al menos conseguir que una parte importante lo haga.

He tratado de convencerlos de que la sangre, la familia, está por encima de los euros y que bastante tiene su madre con haber perdido a su marido como para contemplar a sus hijos peleándose para ver quien manda. Aunque me temo que este camino está complicado pues fue su propio padre quien los puso a trabajar de camareros y de cocineros (chicos y chicas) sin considerar que también eran hijos y hermanos.

Lo primero que he hecho es pedirles calma, colaboración y les he reforzado mi imparcialidad. Además, les entregué un folio a cada uno con tres simples preguntas cuya respuesta (espero que absolutamente sincera) me guardaré de momento hasta que ellos me autoricen a ponerlas en común:

  1. ¿Quieres trabajar aquí? ¿Por qué?
  2. Si tu respuesta es afirmativa ¿de qué quieres trabajar? ¿Por qué?
  3. ¿Qué sueldo crees que deberías tener? ¿Por qué?

Cuando la sangre se ha convertido en euros es mejor intentar ordenar por la parte del dinero (las penas con pan son menos) redibujando la estructura del negocio, los puestos necesarios, los responsables,…, y pedirle a Dios que siga entrando dinero en el cajón, porque como encima las ventas no acompañen el negocio dura tres días y la familia…¿familia?

Ya os iré contando.