Emprender. Ayúdame a dar el primer paso

«Ayúdame a dar el primer paso«, eso es lo que nos dicen muchas personas a lo largo de la vida. No me refiero a dar la mano para evitar un tropezón por la calle, o ese último paso en la montaña para llegar a la cumbre.

Consultor y coach de empresas y emprendedores

Ayudar a dar el primer paso a los demás debería ser un ejercicio habitual de nuestro día a día. Para ayudar y que nos ayuden. Lo que ocurre a veces es que igualmente tropezamos y entonces le echamos la culpa al que llevamos de la mano.

Esto le pasó hace unos días a una señora que iba con su hija pequeña de la mano. La niña tropezó y casi hizo caer a la madre. No tuvo la criatura suficiente con caerse, sino que su madre le pegó un broncazo porque había tropezado. Supongo que la niña se lo pensará la próxima vez que su madre le diga que le de la mano: «Total, ¿para qué? si tropiezo y encima me regañas, prefiero andar sola».

Nunca dudamos de que un niño pequeño que empieza a gatear acabará andando. Es más, si en sus primeros pasos se cae lo animaremos a levantarse y a seguir intentándolo. Al principio le daremos las dos manos para ayudarlo en esos primeros pasos, luego solo una mano, un dedo y, por último, lo alejaremos un poco de nosotros y lo llamaremos para que de esos primeros pasos en libertad. Nadie lo juzga.

Si practicásemos esto mismo con nuestros equipos de trabajo seguramente nos llevaríamos más de una sorpresa agradable. Si diéramos la mano para alcanzar las cimas juntos, para subir los escalones de una empinada escalera, o servir de apoyo cuando el suelo está resbaladizo, nos sentiríamos mejor. Mucho más seguros, tanto el que da como el que recibe.

Lamentablemente, en muchas empresas hay más gente mirando a ver si tropieza el compañero, para reírse de él, que los que están dispuesto a ayudar.

Igual pasa con los emprendedores. Es más fácil joderles el sueño de emprender su proyecto que darles la mano para ayudarles a conseguirlo.

Debe ser que la vida es así. ¿O no?

 

 

 

Éxito: el plato del día

La semana pasada me invitaron a dar una charla en la ceremonia de graduación del IES Pintor José María Fernández en Antequera. Fue un acto muy bonito en el que me encantó participar. Como se trataba de alumnos de segundo ciclo formativo se me ocurrió que podía hablarles de emprender y como estar más seguros de alcanzar el éxito.

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Es difícil hablar de cómo alcanzar el éxito y que comprendan que no se trata de tener el mejor coche o la mejor casa, sino de ser mejores de lo que eramos ayer. Vivimos en la era de la inmediatez, donde queremos tenerlo todo ya. Navegamos por Internet y nos aparecen anuncios de objetos que buscamos alguna vez, publicidad para ser más felices y los artículos para alcanzar las metas en cinco sencillos pasos.

Solo vemos los triunfos de los deportistas, las medallas ganadas, los trofeos conquistados, el dinero ganado. Éxito, éxito, éxito. Dinero, dinero, dinero.

¿Cómo le explicas a los recién graduados que van a tener múltiples fracasos? ¿Cómo les cuentas que la vida es un caer y levantarse? Enseñarles que lo importante no es la meta, sino el camino recorrido en la dirección correcta y que ésta la indica la brújula de tu conciencia y tus valores. Es difícil porque todo esto está oculto bajo gruesas capas de publicidad, del «yo me lo merezco», del egoísmo. Cómo explicas que el dinero solo es un objeto más a coleccionar, más allá de una herramienta de intercambio.

Para emprender con éxito, y no me refiero a ganar dinero, sino a estar satisfechos con nuestro trabajo, debemos tener en cuenta algunos puntos clave:

  1. Descubrir nuestro talento. ¿En qué somos buenos? ¿Cuáles son nuestras capacidades?
  2. Conocimiento. No se trata saber que somos buenos, hay que estudiar más, prepararse mejor y estar dispuestos a aprender.
  3. Humildad. Siempre hay alguien que me puede servir de modelo, que me puede enseñar.
  4. Esfuerzo. La vida no es gratis, todo se consigue con esfuerzo. No hay varitas mágicas ni píldoras maravillosas.
  5. Tiempo. No podemos querer hacer de todo. La vida es corta, pero también es larga cuando se nos hace cuesta arriba. Hay que seleccionar bien dónde empleamos nuestro tiempo y con quién. El tiempo es nuestro mayor tesoro.
  6. Sacrificio. Que nadie piense que el éxito se consigue sin sacrificio. Requiere un gran esfuerzo, tanto nuestro como de las personas que nos rodean.
  7. Pasión. O le ponemos pasión, amor, garra, a nuestra vida o nunca llegaremos a la meta deseada. Las cosas no ocurren sin más.

Alcanzar el éxito, emprender con seguridad, se consigue trabajando en equipo. No pasa nada por levantar la mano y pedir ayuda.

Emprender en soledad. ¿Cómo se te ocurre?

Nótese la diferencia entre emprender en «soledad» o en «solitario». Define el diccionario la soledad como carencia voluntaria o involuntaria de compañíamientras que solitario como solo, sin compañíaPor tanto son dos cosas diferentes que, traducidas a idioma común, podríamos interpretarlas como que en solitario es sin socios y en soledad sin apoyos.

En nuestra entrevista televisiva, mi querido amigo Manuel García de la Vega dejó deberes muy claros a todos los que quieran emprender y tengan (permítanme expresarlo a mi manera) dos dedos de frente. Estableció los siguientes puntos:

  1. Saber el coste de lo que vamos a emprender. No sólo el económico (que es obvio), el coste humano. ¿Qué cantidad de nosotros estamos dispuestos a poner en el proyecto y a cambio de qué: de la familia, de los amigos, de los hobbies,…?
  2. Exponer nuestra idea, dispuestos a escuchar las críticas, a distintas personas:
    1.  Nuestra pareja, padre o madre, hermanos, en definitiva alguien de nuestro entorno familiar.
    2. Un amigo allegado, alguien que no tenga miedo a decirnos que nos estamos equivocando, alguien que nos pegue los pies a la tierra (que poco valor le damos a nuestro «Pepito Grillo»).
    3. Un profesional, que nos aporte una visión práctica de la viabilidad del proyecto al que nos vamos a enfrentar.
  3. Palpar la competencia. No nos creamos más listos que los que lo intentaron antes. ¿Quién es la competencia? No tiene que ser del mismo sector, la competencia es allí a donde va el dinero de nuestros clientes en vez de venir a nuestra caja. En nuestra ciudad o fuera de ella, qué está haciendo, quiénes son sus proveedores, cómo ofrece el producto a los clientes,…

Un emprendedor debe ser ambicioso, sin duda, pero también necesita una alta dosis de humildad y de sentido común para ver y aprender de lo que otros han hecho antes que él o ella.

Ya saben que no me canso de repetir que no hay varitas mágicas ni píldoras maravillosas, todo se consigue con esfuerzo.

Y la vida no es el importe de nuestra cuenta corriente en el banco, es el importe de nuestra cuenta corriente en el corazón de los demás, factor a tener muy, muy, muy en cuenta.

 

Emprender con seguridad

En mi último programa emitido en la televisión, utilicé varias imágenes sobre aquellos temas que debemos tener claros, absolutamente claros, a la hora de emprender. Hay que hablar sin miedo sobre los riesgos de emprender. Hay que animar a las personas a emprender, pero siendo conscientes de que conseguir que todo salga bien requiere mucho esfuerzo y tener los deberes bien hechos.

Cada vez que veo cerrar negocios que han llevado poco tiempo abiertos, me pregunto si alguien habló a las personas que los montaron de los riesgos que corrían. Si les hablaron analizando en profundidad el proyecto que iban a emprender.

Hablar para meter miedo, para criticar, para descorazonar es muy fácil. Lo difícil es hablar para construir, ya sea a favor del proyecto o en contra. Sí, he dicho en contra, porque el que tiene espíritu para emprender lo hará con un proyecto o con otro y lo que necesita es aprender de lo bueno y de lo malo para seguir avanzando en busca del éxito merecido.

No sabría decir si en esto de emprender primero se nos ocurre la idea y luego los motivos, o bien tenemos los motivos y se nos ocurren las ideas. En cualquier caso, necesitamos para emprender tener claro lo siguiente:

  1. Antes de lanzarnos y jugar al cuento de la lechera, tenemos que desarrollar nuestra idea por escrito, de la manera más detallada posible. Una vez escrita, repasarla e ir haciendo una lista con todas las cosas que necesitaremos para llevarla a cabo. Al final de la lista habrá dos sumas a tener muy en cuenta: tiempo y dinero.
  2. Saber si estamos capacitados para llevar nuestro proyecto a cabo. Porque podemos ponerle muchas ganas e imaginación pero como no sepamos del tema mal acabaremos.
  3. Visualizar a un año vista cómo estaremos, qué habremos necesitado para llegar hasta allí y qué habremos dejado por el camino.

Emprender no es tarea fácil, no existen varitas mágicas ni píldoras maravillosas.

La vida es como un Capuccino

 El Capuccino se construye con una base de café solo, coronado por una generosa y espesa capa de leche vaporizada. Esa capa de leche vaporizada tiene su rato de elaboración y su arte. Sería más fácil poner nata en spray sobre el café solo, pero entonces ya no estaríamos hablando de un auténtico Capuccino.

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Pues en la vida pasa un poco igual que con el Capuccino. Todos tenemos una amplia base de emociones y sentimientos que hemos desarrollado a lo largo de nuestra vida (el café solo) y luego por encima, a la vista de todos, presentamos una vistosa capa de nata en spray o de leche vaporizada. 

Nota: Nuestro cuerpo envejece y cambia con los años, por eso intentamos cuidarnos en la dieta, hacer algo de ejercicio, ponernos ropa favorecedora, broncearnos en verano, etc. Eso está muy bien, ¿y cómo cuidamos nuestra mente para mantenerla en forma y retrasar su envejecimiento? Al igual que no hay dietas milagro, ni los abdominales se ponen como tabletas de chocolate mientras dormimos, tampoco el cerebro evoluciona sin esfuerzo real.

Podemos aplicar el principio del Capuccino completando nuestra vida con un spray de nata y decorarla con un poquito de cacao, o con virutas de chocolate, o de colores, pero eso no va a sustituir a la leche vaporizada porque no es lo mismo. Ya, ya, se parece pero no es lo mismo. El otro, el auténtico, el de verdad, requiere de un esfuerzo, de preparación, de ilusión para que salga bien y por supuesto, de un poquito de tiempo.

Nadie llega a la meta sin esfuerzo, sin sacrificio, sin fracasar antes. Nada es regalado a cambio de nada. Todo requiere una gran fuerza de voluntad. ¿Quién nos ha mentido diciendo que no vale la pena esforzarse? ¿Quién nos ha mentido diciendo que tenemos derecho a alcanzar la meta solo con desearlo? Busquemos dentro de nosotros mismos y encontraremos muchos momentos en nuestra vida en que nos hemos sentido satisfechos de los logros conseguidos con trabajo y sacrificio. Las victorias así conseguidas se saborean de mejor manera y su efecto es indeleble en nuestras mentes y corazones.

Salgamos de nuestros día a día rutinarios y propongámonos retos que supongan esfuerzo; con perseverancia y fe conseguiremos llegar a nuestras metas.

¿Y si me caigo? pues a levantarse. Vivir es un juego apasionante y solo tenemos una partida, aquí no vale el “Game Over”.

Las metas del camino de la vida

Nos pasamos la vida queriendo alcanzar las metas que nos prometen la felicidad: aquel magnífico coche, la casa de tus sueños, el trabajo más reconocido, el amor de tu vida…

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La foto que acompaña a este post se la hizo César Pérez Díaz a mi hijo Guillermo (el de la camiseta verde), entrando a canasta en un partido de basket. La foto me encantó, recoge un instante de esfuerzo, de ilusión, de belleza en ese salto buscando el aro. La verdad es que no recuerdo si entró o no el balón, tampoco era la final del campeonato, ni la canasta fundamental del partido. A veces, vivimos tan obsesionados con el resultado que nos perdemos el juego. Tan obsesionados con las metas que nos perdemos la vida.

Quizás, deberíamos pararnos a reflexionar si las metas alcanzadas nos han proporcionado estatus social y nada de felicidad (o al menos no la suficiente para justificar el esfuerzo).

Si todo lo que hemos perdido en el camino justifica nuestra tristeza y desamparo, o solo forma parte del aprendizaje vital por el que todos debemos pasar.

Es muy difícil enfrentarte a la realidad de cada día, sobre todo cuando no te gusta, cuando no tienes ilusión, aunque debemos tener absolutamente claro que sin andar el camino no llegaremos a ningún sitio. No podemos quedarnos sentados esperando a ver que pasa, esperando que alguien venga a rescatarnos, buscando la píldora de la felicidad.

Hay que moverse, hay que recorrer el camino. Un día lo haremos cantando al sol y otro con la cabeza agachada bajo el chaparrón de nuestras propias lágrimas, aún así hay que seguir andando.

Nos han educado para pensar que nos hará felices obtener aquello para lo que tanto esfuerzo hemos empleado. Y nos pasamos la vida buscando la felicidad en las metas, olvidándonos de disfrutar del camino.

Dice Jorge Bucay en su libro «El camino de la Felicidad»:  si vives pensando cómo deberían estar siendo las cosas para poder disfrutarlas, entonces no hay conexión con lo real y sin ello no hay una verdadera vida. Vivimos frustrados por no tener aquello que queremos (generalmente porque lo tiene el vecino y yo no) y de esta forma nos perdemos lo importante de la vida, que es disfrutar de cada instante, de cada entrada a canasta.

Emprender con éxito: mejorar cada día

Si la semana pasada hablaba de la importancia de pensar en quién va ser nuestro cliente antes de lanzarnos a emprender, hoy quiero incidir en lo importante que es mejorar cada día nuestro proyecto. No vale rendirse en el primer revés, ni en el segundo, ni en el tercero…

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Pensaba en la película «El día de la marmota» donde repite Bill Murray el mismo día, mañana tras mañana, al menos aparentemente.

A veces, nos enfrentamos a la sensación del día de la marmota, repitiendo una y otra vez nuestros rituales, sin emoción, mecánicamente, yendo a trabajar sin ilusión. Pero si contemplamos esta película con otra mirada nos daremos cuenta de que para conseguir sus objetivos (primero menos nobles y luego los realmente importantes) el protagonista, todos los días, intenta mejorar algún aspecto de su vida.

Y es que, al final, competimos contra nosotros mismos y sería fenomenal que nos diéramos cuenta de que es así. No nos sirve compararnos con los demás porque somos seres únicos y extraordinarios, por eso nuestro cometido debería ser mejorarnos, a nivel personal y profesional. Tomar clases, pedir consejos, investigar, leer libros o revistas que nos aporten información para el proyecto de negocio o vida que estemos desarrollando.

Cuando hablo de emprender no me refiero solo a un negocio, se trata también de nuestra vida, de querer ser mejor que mi yo de ayer; no es lo mismo que querer parecernos al famoso de turno o al vecino del quinto. Además, al mejorar yo también lo hace mi entorno, lo que se convierte primero en un círculo y luego en una espiral positiva a nuestro alrededor.

Claro que para mejorarnos debemos conocernos, hablar con nuestro interior, saber el punto de partida y el destino. Igual ocurre con nuestro proyecto: ¿en qué punto está? ¿dónde lo quiero llevar? ¿en qué soy bueno? ¿cuál es mi talento? ¿cuáles son mis habilidades? ¿dónde puedo encontrar las mejores ideas?

Desde luego, todo proyecto debe reflejarse en un plan por escrito con las acciones que tenemos que llevar a cabo y con los números básicos necesarios. Este plan tiene que ser nuestra Biblia y susceptible de mejora continua, es decir, no vale con escribirlo y guardarlo en un cajón. Nuestro plan, nuestro proyecto, está vivo y necesita alimentarse cada día con nuevos datos, conocimientos y sensaciones. Hay que perseverar, seguir mejorándolo.

Mañana cuando me levante, y agradezca a Dios un nuevo amanecer, querré ser mejor de lo que he sido hoy.¿Te animas a hacerlo tú también? Seguro que sí.

 

 

 

Emprender con éxito: paso 1

A la hora de emprender debemos analizar muchos factores. Para mí, el principal punto a tener en cuenta es saber quien va a ser mi cliente, a quién le voy a vender. Si no vendo, no ingreso y si no ingreso, no como. Sí, he dicho vender, no que me compren. No es lo mismo ni de lejos.

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Lo primero que deberíamos pensar (a parte de tener identificado nuestro talento y generar ideas) es a quién le vamos a vender nuestro producto o servicio. Podemos tener ideas maravillosas que solo nos gusten a nosotros y que, por tanto, no se las consigamos vender a nadie, entonces adiós negocio, dinero, tiempo y lo que es peor ilusión.

El número uno de los trece errores a la hora de emprender, que comenta Azucena Fraile, es el de creer que tu idea es infalible y lanzarte a emprender sin más.

Ya hemos visto en otros artículos que podemos y debemos generar ideas para emprender y desarrollarnos en la vida (no solo hablo de trabajo), partiendo de nuestro talento. Pero cuando montamos una empresa o un comercio guiados solo por nuestro corazón y por la maravillosa idea que se nos ha ocurrido podemos estrellarnos con facilidad y tener que aguantar a más de uno decirnos, con gesto torcido, la maravillosa frase de «esto ya lo sabía yo, mira que te lo dije».Aunque solo sea para no darle el gustazo a los capullos que piensan así vamos a medir muy bien todo aquello que acometemos.

Pongamos como ejemplo abrir una tienda de artículos de pesca, (actividad a la que debería ser aficionado, porque sino no se entendería que abriera una tienda de algo sobre lo que no tengo ni idea).

Al margen de la inversión en material, búsqueda de proveedores, local y una larga lista de detalles, vamos a centrarnos en nuestro posible cliente. Lo primero será saber cuántos clientes potenciales hay. ¿De dónde puedo sacar la información? Por regla general los aficionados a algún deporte o actividad se suelen agrupar en peñas o asociaciones así que de aquí puedo obtener estos datos.

Una vez conocido el potencial número de clientes que puedo tener, estaría bien saber quien va a ser mi competencia y no sólo a nivel local, también provincial o comarcal, sin olvidar Internet (hace años que mi amigo Koke compra material de China por esta vía).

Una vez controlados estos aspectos también debería saber cuándo le interesa a mi posible cliente comprar, porque a lo mejor se me ocurre abrir en horario de comercio y mis potenciales clientes prefieren comprar los sábados o los domingos antes de salir de pesca y resulta que el resto de los días no vendo un anzuelo.

Y claro, también me tengo que posicionar en la mente de mis posibles clientes haciéndome un hueco para que me tengan presente a la hora de comprar material, lo que me obligará a presentarme a las peñas y asociaciones, patrocinar concursos de pesca y a frecuentar los lugares donde se reúnen. Se hace también imprescindible usar las redes sociales y, por supuesto, disponer una página web donde pueda vender lo mismo que tengo en la tienda a todo el mundo; estamos en un mercado globalizado que no entiende de horario comercial.

Esto es como correr una maratón sin entrenar. ¿A quién se le ocurre montar un negocio sin pensar en el cliente?

 

Selección de personal versus escoba en el patio

Me contaba María Teresa, mujer trabajadora de más de 50 años y única fuente de ingresos de su familia (vamos, un pedazo de mujer), que en su primera entrevista de trabajo, siendo muy jovencita, tuvo que atravesar el patio de una fábrica de dulces camino de la oficina. En esos pasos, sin advertir que la observaban desde un piso superior, encontró una escoba tirada en el suelo. Sin más pensamiento que el ponerla de pie junto a la pared se agachó y la recogió. Ese simple detalle le valió para que la contratasen, era el método que tenían los propietarios para hacer la selección de personal.

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En esto de los mil y un sistemas para redactar currículums atractivos, con colores como si fueran vitaminas energizantes, con amplios desgloses de trayectorias impecables y de los másteres y menesteres realizados, se olvida mencionar que habría que poner si el protagonista del mismo es capaz de agacharse a recoger una escoba, un papel, o algo fuera de su sitio. He oído a más de uno y de una decir: «esa no es mi función».

Quizás es que a las empresas se les olvida anotar, cuando demandan una persona para un puesto de trabajo, que los candidatos deberían ser capaces de agacharse a coger una escoba que esté tirada en el suelo.

Hay currículums llenos de actitudes con muy pocas aptitudes y también lo contrarío, personas extraordinarias dispuestas a dejarse la piel en su trabajo, a agacharse para recoger la escoba. Que complicado es que tengan una oportunidad, que se les escuche, que se les pruebe.

¿Acaso es malo buscar trabajo ofreciendo tus manos, tu honradez y tu esfuerzo? Quizás lo sea no haber podido estudiar porque no tenías medios o porque te equivocaste y dejaste de hacerlo. Que fácilmente se pone la etiqueta de fracasado, de que ya es mayor, de que es mejor contratar gente joven por poco dinero y que tienen muchos títulos.

Insisto: estos jóvenes cargados de títulos, ¿se agacharán a coger la escoba? o serán de los de «a mí esto no me corresponde». ¿Con qué criterio seleccionamos?

Estado civil: fracasado

En esta sociedad moderna, digital e inmediata, en la que etiquetamos todo y a todos, con nuestras fachadas de vidas espectaculares, cimentadas con estructuras de cartón que se caen estrepitosamente al suelo con el primer soplo de infortunio, tener un fracaso se asocia directamente con ser un fracasado. Los éxitos se miden por la cuenta corriente, el tamaño del coche, de la casa y el supuesto número de amigos que nos hace ser tan populares.

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Y es que tendemos a compararnos siempre con los demás, sonriendo a la mala suerte del vecino, envidiando al supuesto triunfador, en esa regla de medir los éxitos sin medir la felicidad.

Perder tu negocio, que te despidan, divorciarte,…, te hace entrar en el club del fracasado de manera inmediata por aquellos que deberían encontrar la viga en su ojo antes que rebuscar la paja en el tuyo. Forma parte de nuestra partida en el juego de la sociedad.

El problema de verdad comienza cuando nosotros mismos nos medimos en esa regla del éxito y del fracaso, nos comparamos y se nos ocurre pensar que, efectivamente, somos unos fracasados, que hemos perdido nuestra oportunidad.

Me pregunto si el hombre más rápido del mundo, Usain Bolt, compite contra los demás o lo hace contra sí mismo, porque no es lo mismo querer superar al otro que proponerme superar mis propias limitaciones a base de trabajo, de esfuerzo y, por supuesto, queriéndome mucho.

En esta vida, larga y a la vez muy corta, no me puedo permitir el lujo de perder mi tiempo arrastrando el letrero que me haya puesto la sociedad, me da igual que sea el de fracasado o el de triunfador pues nada es eterno, todo es cíclico, y por supuesto nadie fracasa en todo ni triunfa en todo. Por tanto, tengo que definirme a mi mismo sabiendo quien soy, que soy y para que estoy en este mundo, todas las circunstancias pasadas me han convertido en lo que soy hoy.

Kant decía que el hombre (o la mujer) tiene sed de poder, de bienes materiales y de honores. Todo esto es de cara a la galería, para que nos envidien los demás. Estoy convencido que menos es más, menos posesiones es más libertad, menos miedos. Hay que aprender a disfrutar de las cosas pequeñas, de la naturaleza, del maravilloso mundo que nos rodea y que nos pasa desapercibido, de las personas que nos quieren por como somos, no por lo que tenemos.

No creo que estemos en este mundo para pasar por él sin más, tenemos que descubrir cuál es nuestra misión y dejar nuestra huella haciendo de éste un lugar mejor del que encontramos.