Escribía en este blog hace unas semanas sobre una familia que se enfrentaba a la herencia dejada por su padre, encabezada por un negocio de restauración. Aunque intenté convencer a la familia de que debían mantener la calma y asegurar la supervivencia del negocio ajustando de forma paralela los diferentes roles de los hijos/as y cuñados/as, me ha sido imposible. La sangre ha llegado al río.
En su negocio de toda la vida se han instalado lo que yo llamo «pájaros negros»: una especie de buitres invisibles que esperan la caída del negocio. Se perciben por el ambiente de malestar general, de falta de alegría, algo que hace que los clientes no entren y si lo hacen no estén a gusto. Discusiones y gritos entre hermanos, malos modos con los clientes, los camareros te lo cuchichean todo…. Vamos, un desastre que termina mantando el negocio.
El hijo mayor, que no es el más capacitado, se ha autonombrado jefe absoluto y trata con punta de látigo al resto de la familia y a los trabajadores. La madre, viuda desconsolada, no es capaz de poner orden y los euros desaparecen de la caja sin dejar rastro.
Mi amigo, tercero de los hermanos, ya ha decido que se va y se monta por su cuenta. Dos de los empleados más veteranos, el cocinero y un camarero, se fueron hace poco, ya no aguantaban más.
El negocio a la mierda y la familia también, la sangre convertida en euros.
Me resulta doloroso y me causa un profundo sentimiento de impotencia. Sé las herramientas que hay que utilizar, conozco personalmente desde hace muchos años a los miembros de la familia y no he podido hacer nada por evitarlo. Ésto, tan frecuente en las empresas familiares, no es un cáncer terminal, tiene cura. Solo se necesita escuchar al otro, negociar y llegar a acuerdos.
A veces nos creemos inmortales, que lo que le pasa al vecino no nos ocurrirá a nosotros, que alcanzaremos el éxito sin apenas esfuerzo y que nuestros negocios durarán toda la vida.
Cuando vivimos sometidos a la dictadura del día a día nos olvidamos de planificar y de prever la sucesión en nuestras empresas o comercios. Intentamos preservar la familia sin fundamentos, sin cuidar de sus raíces, pensando que lo natural es que nos llevemos bien, cuando en realidad parece justo lo contrario.
No hay mayor ejemplo de liderazgo que el de un padre y una madre. Lo difícil es ser capaz de llevar ese liderazgo de la familia a la empresa y viceversa, sin olvidar que el liderazgo se ejerce a diario, se enseña dando ejemplo y se cultiva siempre.
Sin duda, el esfuerzo merece la pena. Es mucho más doloroso ver la sangre convertida en euros.