La marca del Caribe. Cumplir las promesas

Hace algunos días hablaba con mi amigo Juande sobre su último viaje a tierras caribeñas. Viajero incansable y gran galán conquistador, me comentó que para este viaje se había comprado un bañador de determinada marca (no la recuerdo) que le costó 120 euros. Claro que lo importante no era el precio pagado sino que la marca iba claramente impresa en el mismo, lo que posicionaba a mi amigo en el mercado de «aventureros en el Caribe con pasta». Sin duda le funcionó.

La importancia de la marca en la promesa de nuestro negocio.

El poder de una marca está en ofrecer al consumidor una promesa sobre el producto que éste va a comprar. Es decir, prometemos cumplir sus expectativas (mejor si las superamos) por el precio pagado. Los problemas suelen venir cuando esas expectativas se quedan en un envase bonito, una web bien diseñada, un local muy estudiado, oficinas perfectas, un catálogo costeado y desgraciadamente nada más detrás de todo esto.

Es difícilísimo conseguir abrirse un hueco en el mercado, conseguir la oportunidad de que nos prueben, que nos den la posibilidad de entrar en los hogares de los consumidores.

De verdad que sólo hay una oportunidad para una buena primera impresión y la envuelta que adoptamos para nosotros, nuestras empresas o productos debe estar en consonancia con lo que somos realmente. Si estamos empezando y no nos podemos permitir grandes lujos eso es lo que tenemos que transmitir, no deberíamos crear expectativas por encima de nuestras posibilidades.

Si empiezo con un pequeño gastrobar, tan de moda ahora, y puedo servir muy bien a 25 comensales debería tener la dimensión para ello. ¿Por qué voy a tener la posibilidad de que entren 40 si no los voy a poder atender bien?

A veces, nos pierden los volúmenes y queremos hacernos grandes en tamaño, con crecimientos rápidos sostenidos en cimientos de barro. Los éxitos no son inmediatos, y si tenemos esa sensación quizás sean flor de un día.

El éxito deber perdurar en el tiempo, y todo lo que dura es porque está muy bien construido.

 

Ponle nombre al fracaso

«Ponle nombre al fracaso» debería ser una máxima en nuestras cabezas para definir aquellas partes de nuestra vida que nos han dejado una marca en el alma.

Hay muchos fracasos en la vida, personales y profesionales, que no están bien vistos en esta sociedad orientada al éxito y a la vida fácil. Lo cual es irreal ya que todo requiere un gran esfuerzo y lo material no nos completa humanamente.

Hace unos días vi la película «Belleza Oculta», protagonizada por Will Smith, en la que narra su vida antes y después de la pérdida de un ser querido, el esfuerzo por razonar lo que no es razonable.

Me llamó la atención que en una reunión de terapia en grupo, de ayuda a los que han sufrido la pérdida de un ser querido, además del lógico dolor e intenso recuerdo se le pone nombre a la pérdida. Se llamaba XXX y murió por XXX.

Esto me hizo reflexionar sobre nuestra vida personal y también la profesional. ¿Cuántos fracasos ocultamos para que no nos miren mal? Este es uno de los miedos más poderosos a los que nos enfrentamos cuando emprendemos. ¿Y si me va mal? ¿Qué van a pensar de mí?

En realidad no hay ningún fracaso completo, como tampoco hay ningún éxito completo. Lo que sí es realmente importante es saber qué no salió bien, aprender la lección y seguir adelante.

¿Y si nos preguntan por nuestro fracaso?

No sirve de nada escondernos, pues la respuesta la sabemos y es fácil contestar.

«Emprendí con toda la fuerza y toda la pasión del mundo, hice todo lo que pude y estuvo a mi alcancé, aunque no lo conseguí. He aprendido que la próxima vez tengo que mejorar…»

Este no es un ejercicio para valientes, es un ejercicio de sentido común. El que esté libre de fracaso que levante la mano. No hay nadie. 

Quien quiera vivir sin intentarlo que levante la mano.

Yo no soy de esos, lo intentaré una vez más. ¿Y tú?

Surfear la vida

Surfear la vida es un concepto que he aprendido del libro, regalo de mis hijos, que hace unos días terminé: «El juego interior del Tenis», de W. Timothy Gallway. Es un libro muy interesante porque desarrolla la dualidad (al menos) interna de cada uno. El autor establece el Yo número 1 como nuestra parte consciente y el Yo número 2 como la parte subconsciente. El razonamiento es fácil: si un día nos autopegamos la bronca por algo que hemos hecho ¿quién está regañando y quién está recibiendo la regañina?

Consultor y coach para emprendedores y empresas

Una vez comprendidos y desarrollados estos conceptos de nuestro interior, cabe preguntarse si las diferentes circunstancias por las que atravesamos en la vida son una alineación de los astros universales para hacernos infelices o simplemente son retos para que avancemos en nuestro aprendizaje vital.

Este tema también lo deja claro Gallway cuando se cuestiona si debe jugar «machacando» el golpe débil del contrario. No es lo mismo jugar para hacer perder al contrario que jugar esperando que el otro desarrolle su mejor juego para, así, ser nosotros mejores de lo que éramos ayer.

Si fuerzo tu lado débil es para que lo mejores y avances, no te hago ningún favor ayudándote a esconder tus debilidades. Tómatelo así.

Con la vida pasa igual, podemos quejarnos de las cartas que nos tocan o pensar que lo que nos pasa es para avanzar y desarrollarnos, mejorar.

Resulta que podemos surfear la vida buscando olas pequeñas, olas grandes o la gran ola. Lo que está claro es que ninguna ola es igual a la anterior, y que cuando surfeamos una ola lo hacemos solos. A mayor dificultad, mayor satisfacción.

Solo los obstáculos sacan lo mejor de nosotros mismos, claro que para afrontarlos lo primero que tenemos que hacer es dejar de juzgarnos, querernos mucho y estar seguros de que, con el debido esfuerzo, seremos capaces de vencerlos.

Día de notas. Como la vida misma

A todos los padres y madres con niños y niñas en edad de cole nos ha tocado ver, firmar y discutir las notas en estos días. En mi caso les he tratado de transmitir a mis niños que no necesito supernotas, que me vale con que estén en el grupo de cabeza de la clase, pero que, sobre todo, detesto y me enfado cuando un profesor me dice que están por debajo del rendimiento que pueden dar.

Consultor de empresas y emprendedores

Así que tuvimos nuestra reunión hijos+padre para comentar el resultado de las notas. Traté de transmitirles que las notas, las calificaciones sobre su trabajo, no tienen como objetivo hacer que yo me sienta mejor sino que son el resultado de su esfuerzo, de su trabajo.

Es difícil motivar a estudiar, así que les propuse que debían elegir la opción ganadora en un ejercicio de supervivencia:

– Tienes bajo tus órdenes un comando de valientes soldados, con la misión de salvar a un grupo de personas atrapadas en la selva, bajo el control de un malo malísimo. Puedes elegir enviar a tu comando con tres equipaciones diferentes:

a) con machetes.

b) con machetes y pistolas.

c) con machetes, pistolas y ametralladoras de asalto.

¿Con qué equipación los mandas?

Los niños son niños pero no son tontos: – Papá, con la c). Pues hijos míos la vida es igual, o te preparas y te equipas bien (con tu formación, con tu interés por aprender, con tus experiencias) o será mucho más difícil sobrevivir en la selva de la vida.

Y lo que es mucho más importante, tenéis que hacerlo por vosotros no por las notas. Debéis tener el firme propósito de ser mejores de lo que erais ayer, de no quedaros por debajo del rendimiento que podéis dar. En realidad no se trata de ser mejores que los demás, «simplemente» ser mejores que uno mismo cada día. Esa es la mejor garantía para sobrevivir en la selva.

– Papá, como en la vida misma.

– Sí hijos, sí, como en la vida misma.

Emprender desde la meseta

Cuando hablamos de emprender hay personas que tienen muy claro que prefieren trabajar por cuenta ajena, otras saben que van a emprender y están las que les gustaría hacer algo por ellas mismas pero no saben qué.

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Empecemos por las definiciones. Usamos habitualmente palabras a las que les damos un significado porque pensamos que es el correcto. Cuando las busco en el diccionario, a veces, me sorprendo porque no significan lo que yo pensaba o, al menos, no del todo.

Define el diccionario de la lengua española de la RAE (Real Academia Española) sobre las dos palabras que forman parte del título de este post:

emprender: 1. Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro. Esto último de la dificultad o peligro es lo que no se suele tener en cuenta a la hora de emprender, hay quien se «lanza a la piscina» sin mirar si hay agua y sin saber nadar. Luego vienen las decepciones, el por qué me pasa a mí, he perdido mis ahorros, etc.

meseta: 2. Porción de piso horizontal en que termina un tramo de escalera. En el camino de la vida subimos muchas escaleras, algunas penosas, muy empinadas, pensando que cuando superemos el último escalón encontraremos lo que buscamos. Al final llegamos a una meseta rodeada de nuevas escaleras.

Releyendo un libro de Tom Peters me he encontrado con un concepto sobre la meseta que me ha resultado interesante. Todos los que aspiramos a no ser meros espectadores de la vida, de la nuestra y de la de los demás, estamos siempre buscando alternativas, nuevos caminos, nuevas metas. A veces, al menos me pasa a mí, nos quedamos en blanco. Esperamos esa fantástica idea que nos aporte ilusión, frescura, como enamorarse. Nuestra idea debe provocarnos asombro, felicidad y mariposas en el estómago. Pero, ¿qué ocurre cuando buscamos esa idea y no aparece? Nos frustramos. Leemos y releemos libros olvidados buscando esa chispa que nos encienda, esa inspiración que no encontramos, repasando nuestras notas de todos los tiempos (¡joder! que montón de notas tengo, y algunas buenísimas).

Tranquilidad, respiremos hondo. Somos como la piedra caliza, todo va penetrando en nosotros. ¿Qué pasa entonces, por qué no llega la idea? Es que estamos en la meseta. ¿Dónde? En la meseta. No pasa nada. Todo nuestro conocimiento está acumulado y el subconsciente trabajando para compilar datos y ofrecernos la respuesta, al menos varias sugerencias. Estamos tan obsesionados con encontrar la idea, con fijar la meta, con compararnos con los demás, que no escuchamos a nuestro subconsciente gritar pidiendo tiempo.

Ojo, estar en la meseta no significa que nos crucemos de brazos esperando que venga la idea por arte de magia, hay que seguir alimentando de manera positiva la mente, no dudes de que saltará la chispa que encenderá tu fuego y volverás a escalar la montaña. En el fondo lo sabes, eres muy bueno en lo tuyo. Sólo necesitabas algo de tiempo: semanas, meses, años.

Todo llega, persevera. Te lo mereces.

Feliz Navidad

La Navidad es una época en la que nos reencontramos con la familia, con los amigos. Tratamos de olvidar viejas rencillas y ponemos buena cara en las comidas de empresa. Y, por supuesto, nos hacemos nuevos propósitos para cumplirlos en el año que pronto comenzará, para tratar de ser mejores.

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Todas estas acciones encajan dentro de lo que denomino «los cuatro valores fundamentales»: Yo, Familia, Trabajo y Sociedad.

Estas son las cuatro áreas en las que nos relacionamos con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. El orden de prioridades variará en función de nuestras propias necesidades humanas, espirituales y de nuestra edad.

Para afrontar los retos del nuevo año, los elegidos y los que nos van a tocar, tenemos que optimizar nuestro estado de ánimo. Mejorando nosotros lograremos mejorar los otros tres valores, pues al mejorar también cambiamos el entorno en el que nos movemos.

Siempre digo que no existen varitas mágicas ni píldoras maravillosas, todo requiere esfuerzo y perseverancia. Además, para alcanzar la meta propuesta hay un paso previo: saber dónde estamos. Si no sé cuanto peso, no sé cuantos kilos tengo que perder o que ganar. Si no tengo referencia de mi estado físico no sé hasta dónde lo quiero mejorar. Y así con todo.

Dos cosas más, debemos ponerlo por escrito pues así adquirimos un mayor compromiso con nosotros mismos y tenemos que disfrutar del camino hasta alcanzar la meta propuesta.

El éxito no está en alcanzar la cima, está en hacer el camino que nos lleva de meta en meta.

Dice mi amiga Carmen de Flecos Sueltos que hay que humanizar los blogs, es decir menos «robots» y más personas, así que me voy a tomar unos días para poner mi mente a trabajar en los post que quiero ir compartiendo contigo y en mis próximos objetivos, para mí, para mi familia, en el trabajo y con la sociedad. Para empezar haré un resumen con todo lo bueno que me ha pasado este año. ¿Lo malo que ha pasado? De eso ya no me acuerdo.

Feliz Navidad y mis mejores deseo para el año que está a punto de comenzar. Besos y abrazos.

 

La vida es como un Capuccino

 El Capuccino se construye con una base de café solo, coronado por una generosa y espesa capa de leche vaporizada. Esa capa de leche vaporizada tiene su rato de elaboración y su arte. Sería más fácil poner nata en spray sobre el café solo, pero entonces ya no estaríamos hablando de un auténtico Capuccino.

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Pues en la vida pasa un poco igual que con el Capuccino. Todos tenemos una amplia base de emociones y sentimientos que hemos desarrollado a lo largo de nuestra vida (el café solo) y luego por encima, a la vista de todos, presentamos una vistosa capa de nata en spray o de leche vaporizada. 

Nota: Nuestro cuerpo envejece y cambia con los años, por eso intentamos cuidarnos en la dieta, hacer algo de ejercicio, ponernos ropa favorecedora, broncearnos en verano, etc. Eso está muy bien, ¿y cómo cuidamos nuestra mente para mantenerla en forma y retrasar su envejecimiento? Al igual que no hay dietas milagro, ni los abdominales se ponen como tabletas de chocolate mientras dormimos, tampoco el cerebro evoluciona sin esfuerzo real.

Podemos aplicar el principio del Capuccino completando nuestra vida con un spray de nata y decorarla con un poquito de cacao, o con virutas de chocolate, o de colores, pero eso no va a sustituir a la leche vaporizada porque no es lo mismo. Ya, ya, se parece pero no es lo mismo. El otro, el auténtico, el de verdad, requiere de un esfuerzo, de preparación, de ilusión para que salga bien y por supuesto, de un poquito de tiempo.

Nadie llega a la meta sin esfuerzo, sin sacrificio, sin fracasar antes. Nada es regalado a cambio de nada. Todo requiere una gran fuerza de voluntad. ¿Quién nos ha mentido diciendo que no vale la pena esforzarse? ¿Quién nos ha mentido diciendo que tenemos derecho a alcanzar la meta solo con desearlo? Busquemos dentro de nosotros mismos y encontraremos muchos momentos en nuestra vida en que nos hemos sentido satisfechos de los logros conseguidos con trabajo y sacrificio. Las victorias así conseguidas se saborean de mejor manera y su efecto es indeleble en nuestras mentes y corazones.

Salgamos de nuestros día a día rutinarios y propongámonos retos que supongan esfuerzo; con perseverancia y fe conseguiremos llegar a nuestras metas.

¿Y si me caigo? pues a levantarse. Vivir es un juego apasionante y solo tenemos una partida, aquí no vale el “Game Over”.

Las metas del camino de la vida

Nos pasamos la vida queriendo alcanzar las metas que nos prometen la felicidad: aquel magnífico coche, la casa de tus sueños, el trabajo más reconocido, el amor de tu vida…

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La foto que acompaña a este post se la hizo César Pérez Díaz a mi hijo Guillermo (el de la camiseta verde), entrando a canasta en un partido de basket. La foto me encantó, recoge un instante de esfuerzo, de ilusión, de belleza en ese salto buscando el aro. La verdad es que no recuerdo si entró o no el balón, tampoco era la final del campeonato, ni la canasta fundamental del partido. A veces, vivimos tan obsesionados con el resultado que nos perdemos el juego. Tan obsesionados con las metas que nos perdemos la vida.

Quizás, deberíamos pararnos a reflexionar si las metas alcanzadas nos han proporcionado estatus social y nada de felicidad (o al menos no la suficiente para justificar el esfuerzo).

Si todo lo que hemos perdido en el camino justifica nuestra tristeza y desamparo, o solo forma parte del aprendizaje vital por el que todos debemos pasar.

Es muy difícil enfrentarte a la realidad de cada día, sobre todo cuando no te gusta, cuando no tienes ilusión, aunque debemos tener absolutamente claro que sin andar el camino no llegaremos a ningún sitio. No podemos quedarnos sentados esperando a ver que pasa, esperando que alguien venga a rescatarnos, buscando la píldora de la felicidad.

Hay que moverse, hay que recorrer el camino. Un día lo haremos cantando al sol y otro con la cabeza agachada bajo el chaparrón de nuestras propias lágrimas, aún así hay que seguir andando.

Nos han educado para pensar que nos hará felices obtener aquello para lo que tanto esfuerzo hemos empleado. Y nos pasamos la vida buscando la felicidad en las metas, olvidándonos de disfrutar del camino.

Dice Jorge Bucay en su libro «El camino de la Felicidad»:  si vives pensando cómo deberían estar siendo las cosas para poder disfrutarlas, entonces no hay conexión con lo real y sin ello no hay una verdadera vida. Vivimos frustrados por no tener aquello que queremos (generalmente porque lo tiene el vecino y yo no) y de esta forma nos perdemos lo importante de la vida, que es disfrutar de cada instante, de cada entrada a canasta.

Emprender con éxito: mejorar cada día

Si la semana pasada hablaba de la importancia de pensar en quién va ser nuestro cliente antes de lanzarnos a emprender, hoy quiero incidir en lo importante que es mejorar cada día nuestro proyecto. No vale rendirse en el primer revés, ni en el segundo, ni en el tercero…

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Pensaba en la película «El día de la marmota» donde repite Bill Murray el mismo día, mañana tras mañana, al menos aparentemente.

A veces, nos enfrentamos a la sensación del día de la marmota, repitiendo una y otra vez nuestros rituales, sin emoción, mecánicamente, yendo a trabajar sin ilusión. Pero si contemplamos esta película con otra mirada nos daremos cuenta de que para conseguir sus objetivos (primero menos nobles y luego los realmente importantes) el protagonista, todos los días, intenta mejorar algún aspecto de su vida.

Y es que, al final, competimos contra nosotros mismos y sería fenomenal que nos diéramos cuenta de que es así. No nos sirve compararnos con los demás porque somos seres únicos y extraordinarios, por eso nuestro cometido debería ser mejorarnos, a nivel personal y profesional. Tomar clases, pedir consejos, investigar, leer libros o revistas que nos aporten información para el proyecto de negocio o vida que estemos desarrollando.

Cuando hablo de emprender no me refiero solo a un negocio, se trata también de nuestra vida, de querer ser mejor que mi yo de ayer; no es lo mismo que querer parecernos al famoso de turno o al vecino del quinto. Además, al mejorar yo también lo hace mi entorno, lo que se convierte primero en un círculo y luego en una espiral positiva a nuestro alrededor.

Claro que para mejorarnos debemos conocernos, hablar con nuestro interior, saber el punto de partida y el destino. Igual ocurre con nuestro proyecto: ¿en qué punto está? ¿dónde lo quiero llevar? ¿en qué soy bueno? ¿cuál es mi talento? ¿cuáles son mis habilidades? ¿dónde puedo encontrar las mejores ideas?

Desde luego, todo proyecto debe reflejarse en un plan por escrito con las acciones que tenemos que llevar a cabo y con los números básicos necesarios. Este plan tiene que ser nuestra Biblia y susceptible de mejora continua, es decir, no vale con escribirlo y guardarlo en un cajón. Nuestro plan, nuestro proyecto, está vivo y necesita alimentarse cada día con nuevos datos, conocimientos y sensaciones. Hay que perseverar, seguir mejorándolo.

Mañana cuando me levante, y agradezca a Dios un nuevo amanecer, querré ser mejor de lo que he sido hoy.¿Te animas a hacerlo tú también? Seguro que sí.