Surfear la vida

Surfear la vida es un concepto que he aprendido del libro, regalo de mis hijos, que hace unos días terminé: «El juego interior del Tenis», de W. Timothy Gallway. Es un libro muy interesante porque desarrolla la dualidad (al menos) interna de cada uno. El autor establece el Yo número 1 como nuestra parte consciente y el Yo número 2 como la parte subconsciente. El razonamiento es fácil: si un día nos autopegamos la bronca por algo que hemos hecho ¿quién está regañando y quién está recibiendo la regañina?

Consultor y coach para emprendedores y empresas

Una vez comprendidos y desarrollados estos conceptos de nuestro interior, cabe preguntarse si las diferentes circunstancias por las que atravesamos en la vida son una alineación de los astros universales para hacernos infelices o simplemente son retos para que avancemos en nuestro aprendizaje vital.

Este tema también lo deja claro Gallway cuando se cuestiona si debe jugar «machacando» el golpe débil del contrario. No es lo mismo jugar para hacer perder al contrario que jugar esperando que el otro desarrolle su mejor juego para, así, ser nosotros mejores de lo que éramos ayer.

Si fuerzo tu lado débil es para que lo mejores y avances, no te hago ningún favor ayudándote a esconder tus debilidades. Tómatelo así.

Con la vida pasa igual, podemos quejarnos de las cartas que nos tocan o pensar que lo que nos pasa es para avanzar y desarrollarnos, mejorar.

Resulta que podemos surfear la vida buscando olas pequeñas, olas grandes o la gran ola. Lo que está claro es que ninguna ola es igual a la anterior, y que cuando surfeamos una ola lo hacemos solos. A mayor dificultad, mayor satisfacción.

Solo los obstáculos sacan lo mejor de nosotros mismos, claro que para afrontarlos lo primero que tenemos que hacer es dejar de juzgarnos, querernos mucho y estar seguros de que, con el debido esfuerzo, seremos capaces de vencerlos.

Éxito: el plato del día

La semana pasada me invitaron a dar una charla en la ceremonia de graduación del IES Pintor José María Fernández en Antequera. Fue un acto muy bonito en el que me encantó participar. Como se trataba de alumnos de segundo ciclo formativo se me ocurrió que podía hablarles de emprender y como estar más seguros de alcanzar el éxito.

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Es difícil hablar de cómo alcanzar el éxito y que comprendan que no se trata de tener el mejor coche o la mejor casa, sino de ser mejores de lo que eramos ayer. Vivimos en la era de la inmediatez, donde queremos tenerlo todo ya. Navegamos por Internet y nos aparecen anuncios de objetos que buscamos alguna vez, publicidad para ser más felices y los artículos para alcanzar las metas en cinco sencillos pasos.

Solo vemos los triunfos de los deportistas, las medallas ganadas, los trofeos conquistados, el dinero ganado. Éxito, éxito, éxito. Dinero, dinero, dinero.

¿Cómo le explicas a los recién graduados que van a tener múltiples fracasos? ¿Cómo les cuentas que la vida es un caer y levantarse? Enseñarles que lo importante no es la meta, sino el camino recorrido en la dirección correcta y que ésta la indica la brújula de tu conciencia y tus valores. Es difícil porque todo esto está oculto bajo gruesas capas de publicidad, del «yo me lo merezco», del egoísmo. Cómo explicas que el dinero solo es un objeto más a coleccionar, más allá de una herramienta de intercambio.

Para emprender con éxito, y no me refiero a ganar dinero, sino a estar satisfechos con nuestro trabajo, debemos tener en cuenta algunos puntos clave:

  1. Descubrir nuestro talento. ¿En qué somos buenos? ¿Cuáles son nuestras capacidades?
  2. Conocimiento. No se trata saber que somos buenos, hay que estudiar más, prepararse mejor y estar dispuestos a aprender.
  3. Humildad. Siempre hay alguien que me puede servir de modelo, que me puede enseñar.
  4. Esfuerzo. La vida no es gratis, todo se consigue con esfuerzo. No hay varitas mágicas ni píldoras maravillosas.
  5. Tiempo. No podemos querer hacer de todo. La vida es corta, pero también es larga cuando se nos hace cuesta arriba. Hay que seleccionar bien dónde empleamos nuestro tiempo y con quién. El tiempo es nuestro mayor tesoro.
  6. Sacrificio. Que nadie piense que el éxito se consigue sin sacrificio. Requiere un gran esfuerzo, tanto nuestro como de las personas que nos rodean.
  7. Pasión. O le ponemos pasión, amor, garra, a nuestra vida o nunca llegaremos a la meta deseada. Las cosas no ocurren sin más.

Alcanzar el éxito, emprender con seguridad, se consigue trabajando en equipo. No pasa nada por levantar la mano y pedir ayuda.

Emprender en soledad. ¿Cómo se te ocurre?

Nótese la diferencia entre emprender en «soledad» o en «solitario». Define el diccionario la soledad como carencia voluntaria o involuntaria de compañíamientras que solitario como solo, sin compañíaPor tanto son dos cosas diferentes que, traducidas a idioma común, podríamos interpretarlas como que en solitario es sin socios y en soledad sin apoyos.

En nuestra entrevista televisiva, mi querido amigo Manuel García de la Vega dejó deberes muy claros a todos los que quieran emprender y tengan (permítanme expresarlo a mi manera) dos dedos de frente. Estableció los siguientes puntos:

  1. Saber el coste de lo que vamos a emprender. No sólo el económico (que es obvio), el coste humano. ¿Qué cantidad de nosotros estamos dispuestos a poner en el proyecto y a cambio de qué: de la familia, de los amigos, de los hobbies,…?
  2. Exponer nuestra idea, dispuestos a escuchar las críticas, a distintas personas:
    1.  Nuestra pareja, padre o madre, hermanos, en definitiva alguien de nuestro entorno familiar.
    2. Un amigo allegado, alguien que no tenga miedo a decirnos que nos estamos equivocando, alguien que nos pegue los pies a la tierra (que poco valor le damos a nuestro «Pepito Grillo»).
    3. Un profesional, que nos aporte una visión práctica de la viabilidad del proyecto al que nos vamos a enfrentar.
  3. Palpar la competencia. No nos creamos más listos que los que lo intentaron antes. ¿Quién es la competencia? No tiene que ser del mismo sector, la competencia es allí a donde va el dinero de nuestros clientes en vez de venir a nuestra caja. En nuestra ciudad o fuera de ella, qué está haciendo, quiénes son sus proveedores, cómo ofrece el producto a los clientes,…

Un emprendedor debe ser ambicioso, sin duda, pero también necesita una alta dosis de humildad y de sentido común para ver y aprender de lo que otros han hecho antes que él o ella.

Ya saben que no me canso de repetir que no hay varitas mágicas ni píldoras maravillosas, todo se consigue con esfuerzo.

Y la vida no es el importe de nuestra cuenta corriente en el banco, es el importe de nuestra cuenta corriente en el corazón de los demás, factor a tener muy, muy, muy en cuenta.

 

Fantasía, Proyecto, Realidad

Me ha encantado comprobar que los emprendedores a los que he entrevistado para la tele, tienen en común el título de este post. En sus cabezas jugaban con la fantasía de emprender, de ser sus propios jefes, de intentarlo. Esa fantasía, mediante horas de estudio, consejos, opiniones a favor y en contra y muchos números, se transformó en un proyecto y hoy en una realidad de éxito. Persiguieron sus sueños hasta conseguirlos (¿verdad Alberto?).

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Aunque no podemos olvidar que la mente (nuestra mente, nuestra vocecilla interior) tiende a fastidiarnos siempre que hay ocasión, motivo por el que tenemos que tenerla a raya. Tras las dedicatorias y agradecimientos de corazón, comencé mi libro «La Vida no es Gratis» con una maravillosa frase de René Descartes: «Mi vida estuvo llena de desgracias, muchas de las cuales jamás sucedieron».

Y es que por mucho que nos digan, que leamos, que recemos, o supliquemos, no podremos borrar las desgracias imaginarias a las que nuestra mente nos expone a no ser que cambiemos nuestra actitud, nuestro pensamiento. Al final son muchos los miedos que nos atenazan, que nos impiden salir de la archinombrada «zona de confort», miedos que nos impiden emprender. Seguimos dándole vueltas a lo mismo sin saber salir del bucle y sin avanzar, debilitándonos, vamos perdiendo confianza en nuestras propias capacidades.

Así que para poner en jaque a nuestro pensamiento se me ha ocurrido pasar esos pensamientos por el filtro de las tres palabras del post. A ver, esto que me está manifestando mi pensamiento (esa vocecilla interior) ¿es una fantasía? Por mucho que me lo imagine con todo lujo de detalles (ya sea positivo o negativo) no va a ocurrir por sí mismo. ¿Es un proyecto? Si la respuesta es afirmativa nos pondremos manos a la obra, así que a ponerlo por escrito, dividido en partes y con un horizonte temporal aceptable. ¿Es una realidad? Hace un frío de cojones en mi Antequera y esto no es ni fantasía ni proyecto, lo hace y punto. Es un hecho contrastado que no puedo cambiar, salvo mi actitud frente al mismo.

Vamos a ponerle freno y a pedirle explicaciones a esa «vocecilla», ya verás como la iremos escuchando menos negativa y más en línea con aquello que realmente nos favorece.

La vida es como un Capuccino

 El Capuccino se construye con una base de café solo, coronado por una generosa y espesa capa de leche vaporizada. Esa capa de leche vaporizada tiene su rato de elaboración y su arte. Sería más fácil poner nata en spray sobre el café solo, pero entonces ya no estaríamos hablando de un auténtico Capuccino.

capuccino

Pues en la vida pasa un poco igual que con el Capuccino. Todos tenemos una amplia base de emociones y sentimientos que hemos desarrollado a lo largo de nuestra vida (el café solo) y luego por encima, a la vista de todos, presentamos una vistosa capa de nata en spray o de leche vaporizada. 

Nota: Nuestro cuerpo envejece y cambia con los años, por eso intentamos cuidarnos en la dieta, hacer algo de ejercicio, ponernos ropa favorecedora, broncearnos en verano, etc. Eso está muy bien, ¿y cómo cuidamos nuestra mente para mantenerla en forma y retrasar su envejecimiento? Al igual que no hay dietas milagro, ni los abdominales se ponen como tabletas de chocolate mientras dormimos, tampoco el cerebro evoluciona sin esfuerzo real.

Podemos aplicar el principio del Capuccino completando nuestra vida con un spray de nata y decorarla con un poquito de cacao, o con virutas de chocolate, o de colores, pero eso no va a sustituir a la leche vaporizada porque no es lo mismo. Ya, ya, se parece pero no es lo mismo. El otro, el auténtico, el de verdad, requiere de un esfuerzo, de preparación, de ilusión para que salga bien y por supuesto, de un poquito de tiempo.

Nadie llega a la meta sin esfuerzo, sin sacrificio, sin fracasar antes. Nada es regalado a cambio de nada. Todo requiere una gran fuerza de voluntad. ¿Quién nos ha mentido diciendo que no vale la pena esforzarse? ¿Quién nos ha mentido diciendo que tenemos derecho a alcanzar la meta solo con desearlo? Busquemos dentro de nosotros mismos y encontraremos muchos momentos en nuestra vida en que nos hemos sentido satisfechos de los logros conseguidos con trabajo y sacrificio. Las victorias así conseguidas se saborean de mejor manera y su efecto es indeleble en nuestras mentes y corazones.

Salgamos de nuestros día a día rutinarios y propongámonos retos que supongan esfuerzo; con perseverancia y fe conseguiremos llegar a nuestras metas.

¿Y si me caigo? pues a levantarse. Vivir es un juego apasionante y solo tenemos una partida, aquí no vale el “Game Over”.

Las metas del camino de la vida

Nos pasamos la vida queriendo alcanzar las metas que nos prometen la felicidad: aquel magnífico coche, la casa de tus sueños, el trabajo más reconocido, el amor de tu vida…

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La foto que acompaña a este post se la hizo César Pérez Díaz a mi hijo Guillermo (el de la camiseta verde), entrando a canasta en un partido de basket. La foto me encantó, recoge un instante de esfuerzo, de ilusión, de belleza en ese salto buscando el aro. La verdad es que no recuerdo si entró o no el balón, tampoco era la final del campeonato, ni la canasta fundamental del partido. A veces, vivimos tan obsesionados con el resultado que nos perdemos el juego. Tan obsesionados con las metas que nos perdemos la vida.

Quizás, deberíamos pararnos a reflexionar si las metas alcanzadas nos han proporcionado estatus social y nada de felicidad (o al menos no la suficiente para justificar el esfuerzo).

Si todo lo que hemos perdido en el camino justifica nuestra tristeza y desamparo, o solo forma parte del aprendizaje vital por el que todos debemos pasar.

Es muy difícil enfrentarte a la realidad de cada día, sobre todo cuando no te gusta, cuando no tienes ilusión, aunque debemos tener absolutamente claro que sin andar el camino no llegaremos a ningún sitio. No podemos quedarnos sentados esperando a ver que pasa, esperando que alguien venga a rescatarnos, buscando la píldora de la felicidad.

Hay que moverse, hay que recorrer el camino. Un día lo haremos cantando al sol y otro con la cabeza agachada bajo el chaparrón de nuestras propias lágrimas, aún así hay que seguir andando.

Nos han educado para pensar que nos hará felices obtener aquello para lo que tanto esfuerzo hemos empleado. Y nos pasamos la vida buscando la felicidad en las metas, olvidándonos de disfrutar del camino.

Dice Jorge Bucay en su libro «El camino de la Felicidad»:  si vives pensando cómo deberían estar siendo las cosas para poder disfrutarlas, entonces no hay conexión con lo real y sin ello no hay una verdadera vida. Vivimos frustrados por no tener aquello que queremos (generalmente porque lo tiene el vecino y yo no) y de esta forma nos perdemos lo importante de la vida, que es disfrutar de cada instante, de cada entrada a canasta.

Emprender con éxito: la gran ecuación

En anteriores entradas escribía sobre la importancia que tiene pensar en quién va a ser nuestro cliente antes de emprender. Igualmente importante es tener muy claro en nuestra mente cuáles son los número «gordos» (no hay que llegar al céntimo) que necesitamos conocer para saber si nuestro negocio va a ser rentable o no.

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Otros conceptos básicos con los que deberíamos estar familiarizados son: costes fijos, costes variables, umbral de rentabilidad, margen de contribución,….

Como esto no es una clase financiera ni contable vamos a ir a lo que realmente nos importa: los clientes. Sin clientes no hay ingresos y sin ingresos no hay negocio, obvio (que diría mi hijo Gonzalo). Aún conociendo esta realidad, nos empeñamos en abrir tiendas, restaurantes, bares… sin tener claro quiénes van a ser nuestros clientes y sin salir a buscarlos; esperanzados en que por arte de magia aparecerán por nuestra puerta.

Pues antes de pensar en el mobiliario, en los colores de las paredes, las redes sociales y un largo etcétera muy importante, tenemos que hacer las cuentas de lo que vamos a gastar (con la precaución de incrementar un 30% de margen de seguridad, hazme caso) y cuánto necesitamos ingresar para empezar a ganar dinero.

Emprender no es fácil, mantenerse tampoco, de los beneficios a las pérdidas se pasa casi sin darnos cuenta. No te arruinas de un día para otro, se produce a través de un goteo incesante, te desangras dentro de una bañera de agua caliente y cuando quieres acordar es demasiado tarde. Por eso, debemos tener muy claro que la proporción entre Ingresos y Gastos nos llevará a cosechar el éxito que deseamos, a obtener beneficios.

En la parte de los gastos es muy importante diferenciar aquellos que son fijos, es decir, los que tenemos que pagar sí o sí, independientemente de vender o no (alquiler del local), de los gastos variables (los que van en proporción al volumen del negocio). Por mucho que queramos reducir los gastos de nuestro negocio, manteniendo un margen de calidad, llegará un punto en que no podamos bajarlos más. Si aún así, sigues teniendo problemas para mantener el punto de equilibrio de tu negocio, si sigues sin cosechar beneficios, tu problema está en la parte de los ingresos y si no ingresas lo debido es que no tienes suficientes clientes.

No te lances a emprender sin tener absolutamente claros los número de tu proyecto. Establece tus márgenes de seguridad frente a incidencias y revisa con frecuencia los datos.

Y como siempre te digo: hazlo todo por escrito.

Emprender con éxito: mejorar cada día

Si la semana pasada hablaba de la importancia de pensar en quién va ser nuestro cliente antes de lanzarnos a emprender, hoy quiero incidir en lo importante que es mejorar cada día nuestro proyecto. No vale rendirse en el primer revés, ni en el segundo, ni en el tercero…

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Pensaba en la película «El día de la marmota» donde repite Bill Murray el mismo día, mañana tras mañana, al menos aparentemente.

A veces, nos enfrentamos a la sensación del día de la marmota, repitiendo una y otra vez nuestros rituales, sin emoción, mecánicamente, yendo a trabajar sin ilusión. Pero si contemplamos esta película con otra mirada nos daremos cuenta de que para conseguir sus objetivos (primero menos nobles y luego los realmente importantes) el protagonista, todos los días, intenta mejorar algún aspecto de su vida.

Y es que, al final, competimos contra nosotros mismos y sería fenomenal que nos diéramos cuenta de que es así. No nos sirve compararnos con los demás porque somos seres únicos y extraordinarios, por eso nuestro cometido debería ser mejorarnos, a nivel personal y profesional. Tomar clases, pedir consejos, investigar, leer libros o revistas que nos aporten información para el proyecto de negocio o vida que estemos desarrollando.

Cuando hablo de emprender no me refiero solo a un negocio, se trata también de nuestra vida, de querer ser mejor que mi yo de ayer; no es lo mismo que querer parecernos al famoso de turno o al vecino del quinto. Además, al mejorar yo también lo hace mi entorno, lo que se convierte primero en un círculo y luego en una espiral positiva a nuestro alrededor.

Claro que para mejorarnos debemos conocernos, hablar con nuestro interior, saber el punto de partida y el destino. Igual ocurre con nuestro proyecto: ¿en qué punto está? ¿dónde lo quiero llevar? ¿en qué soy bueno? ¿cuál es mi talento? ¿cuáles son mis habilidades? ¿dónde puedo encontrar las mejores ideas?

Desde luego, todo proyecto debe reflejarse en un plan por escrito con las acciones que tenemos que llevar a cabo y con los números básicos necesarios. Este plan tiene que ser nuestra Biblia y susceptible de mejora continua, es decir, no vale con escribirlo y guardarlo en un cajón. Nuestro plan, nuestro proyecto, está vivo y necesita alimentarse cada día con nuevos datos, conocimientos y sensaciones. Hay que perseverar, seguir mejorándolo.

Mañana cuando me levante, y agradezca a Dios un nuevo amanecer, querré ser mejor de lo que he sido hoy.¿Te animas a hacerlo tú también? Seguro que sí.

 

 

 

Generar ideas para emprender.

¿A quién no se le ha ocurrido una idea maravillosa en la ducha? Necesitamos nuestros momentos de concentración (o desconcentración, según se mire) para poder acceder a nuestras mejores ideas. Otras veces no somos capaces de tener ninguna idea fantástica que nos ilumine el camino a seguir y nos encomendamos a todos los santos para conseguirla.

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Generar ideas de manera consciente creo que no es fácil, si bien es cierto que muchas veces se nos ocurren de manera inconsciente, no provocada, mientras paseamos, vemos un escaparate, leemos un libro, al ojear una revista o charlando con un amigo. Descubrimos ideas que, aunque no sean de aplicación directa, sabemos que podemos aprovecharlas para nuestro negocio o proyecto.

Lo primero que necesitamos para encontrar ideas es ponernos en modo búsqueda. Desear encontrar una solución a nuestro problema, ese deseo es el que nos activa a buscar de manera consciente y subconsciente la respuesta necesaria.

Si además las ideas que quieres generar son para emprender o para darle un cambio a tu empresa deberías tener en cuenta cuáles son tus habilidades, qué se te da bien, y programarte para conseguir ese momento mágico de descubrir ideas brillantes.

Mi primer coche era de un precioso color plateado. Cuando lo saqué del concesionario, encantado del modelo y del color, empecé a ver más coches iguales. Nunca había visto tantos. Igual me ocurrió cuando salí a pasear con mi hijo recién nacido en su cochecito de bebé, había un montón de familias paseando a sus bebés.

Y es que la mente nos muestra aquello en lo que estamos inmersos, lo que no nos interesa no lo muestra, de ahí la importancia de que programemos a nuestro cerebro para que nos busque la información que necesitamos. Si te levantas escuchando las noticias ¿qué te mostrará tu cerebro el resto del día, lo bien que está todo?

Un deseo genera en nosotros una imagen mental que nos traslada a como sería nuestra vida si lo consiguiéramos, por tanto, nos genera una serie de emociones y sentimientos que debemos encauzar positivamente para aprovechar todo nuestro potencial en la búsqueda del deseo ansiado.

Aunque también debemos ser realistas. Por mucho que quiera no voy a ser campeón del mundo de Moto GP como Marc Márquez, no tengo ni edad ni talento para ello. Por tanto, debo enfocar mis deseos en aquellos objetivos que pueda conseguir utilizando y desarrollando mis habilidades, incluso adquiriendo nuevas; dentro de mi realidad ampliada, es decir, fuera de la tan nombrada zona de confort.

Debemos enunciar nuestro deseo en positivo, no vale el decirnos «no quiero fracasar» es mucho mejor «quiero triunfar». Por supuesto, necesitamos establecer un tiempo para conseguirlo y esforzarnos para lograrlo.

La vida no es gratis y eso es estupendo, siempre es más gratificante el éxito cuando nos cuesta alcanzarlo.

 

 

Hijos míos: la vida es así… o no.

Estoy leyendo «El camino del encuentro», un libro de Jorge Bucay que me prestó mi querida amiga Gloria. Entre otras cosas, tiene dedicado un capítulo a los hijos y en éste dice: …yo no puedo asegurarle (a mi hijo) que si estudia una carrera y es un trabajador honesto, va a poder comer todos los días. Y él lo sabe. El mundo es incierto para nuestros hijos. No es nuestra culpa pero es así.

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Total, que me ha venido a la cabeza que aquello que sirvió para educarme no va a servir para educar a mis hijos. Pensaba que si alguno de mis niños (tengo dos maravillosos hijos) me dijera: «papá, de mayor quiero ser piloto de avión de pasajeros» tendría que contestarle que no puede serlo porque los dos son miopes, y claro… Aunque también he pensado que lo mismo dentro de 10 años da igual porque los aviones se pilotarán desde una sala, con un ordenador y no hará falta piloto a bordo.

En fin, que es un lío esto de tener que anticiparse al futuro para saber cómo orientar a los hijos, sobre todo si pensamos en términos comerciales. Es decir, para que se puedan comprar una casa, un coche, un barco y tengan vidas maravillosas llenas de objetos inútiles y de vacíos emocionales; contribuyendo a la construcción de muros sociales que tapen la vista de las miserias de otras vidas.

Me voy a decidir a seguir inculcándoles los valores que entiendo deben tener: el esfuerzo para alcanzar las metas, el amor hacia ellos mismos y hacia los demás (sobre todo a los más débiles), tener los ojos siempre abiertos para descubrir las maravillas del mundo que nos rodea y que la vida no es un cuento de hadas sino más bien un combate de boxeo.

El resto se lo dejaré a ellos, sin olvidar que debería como padre ser capaz de ayudarles a encontrar sus talentos para que los desarrollen en su vida y sean lo más felices posible, haciendo de este mundo un lugar mejor del que encontraron.

¿Y qué pasa con lo de ganar dinero? (mucho, claro). Mi amigo Tomás dice: el dinero ni se crea ni se destruye, simplemente cambia de manos. Yo añado: para ganar mucho dinero y comprar muchas cosas tengo que invertir mucho tiempo. El tiempo (el mío y el tuyo) se destruye a cada segundo, ya no lo recuperaremos jamás.

Así que, hijos míos: merece la pena llenar la vida de experiencias, no de objetos, y no valoréis a nadie por lo que tiene ni por quien es en la sociedad. A las personas hay que valorarlas por como son. Aquí también tenemos que seleccionar con quién invertimos nuestro tiempo.